Cultura, civilización y riqueza

Armando Ribas
Abogado, profesor de Filosofía Política, periodista,
escritor e investigador. Nació en Cuba en 1932, y se graduó en Derecho en la
Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. En 1960 obtuvo un
master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas,
Texas. Llegó a la Argentina en 1960. Se entusiasmó al encontrar un país de
habla hispana que, gracias a la Constitución de 1853, en medio siglo se había
convertido en el octavo país del mundo.
“Culturas hay muchas, civilización hay una sola: donde se
respetan los derechos individuales”.
François Revel
“Hasta tal punto son más fuertes los vicios del sistema,
que la virtud de los que lo practican”.
Alexis de Tocqueville
Voy a volver
sobre un tema que me preocupa y que parece permanente. Me refiero a la
confusión presente que existe respecto la determinación de los factores que
determinan la pobreza, la riqueza y la libertad. Esa confusión a mi juicio
reside en la pretensión de que la libertad y la riqueza dependen de la cultura
y de la moral. Nada más falaz en la
historia de esas premisas, a partir de las cuales se deriva la práctica
imposibilidad de alcanzar la riqueza y
la libertad en los países subdesarrollados.
De acuerdo al
Diccionario de la Lengua Española la definición de cultura es la siguiente:
Cultura: “1) Cultivo; 2) Culto, homenaje reverente que se tributa a Dios y 3)
Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afirmarse por
medio del ejercicio las facultades intelectuales del hombre”. Y The American
Heritage Dictionary of the English Language: Cultura: “El cultivo del
suelo…Crianza de animales, o crecimiento de plantas; Formación social e
intelectual; Creencia en las instituciones; Actividad intelectual y artística;
La totalidad de patrones de comportamientos trasmitidos socialmente”.
Creo que ante
estas definiciones nos encontramos en un mundo incierto en el que se ignoran
los factores que determinaron la libertad y la riqueza en el mundo por primera
vez en la historia hace tampoco como unos doscientos años. Y al respecto vale
tomar en cuenta el reciente libro de William Bernstein: The Birth of Plenty, en
el cual señala que hasta el 1800 el mundo vivía como vivía Jesucristo (ver
gráfico).
El primer país
que comenzó el proceso de libertad y de creación de riqueza fue Inglaterra.
País que en el cual en la época de los Tudor y años después era uno de los más
pobres de Europa. Y como dice David Hume en su Historia de Inglaterra: “Los
ingleses en aquella época estaban tan totalmente sometidos, que como los
esclavos del Este, estaban inclinados a admirar aquellos actos de violencia y tiranía
que eran ejercidos sobre ellos mismos y a sus propias expensas”. Y sigue al
respecto: “Tal estado de la nación estaba muy poco avanzado más allá del estado
de naturaleza. La violencia prevalecía. La pretendida libertad del tiempo era
solo la incapacidad para dejar de someterse al gobierno”.
Ante esa
realidad prevaleciente era difícil prever un primer encuentro con la
civilización, y tal fue lo que comenzó en Inglaterra con la Glorious Revolution
de 1688, bajo la dirección fundamental de las ideas de John Locke, quien hasta
ese entonces no podía vivir en Inglaterra pues se había declarado a favor de la
libertad, la necesidad de limitación del poder político, y el respeto por los
derechos de propiedad. Fue en Inglaterra donde se produjo inicialmente la
llamada revolución industrial a la cual Weber consideró el resultado del
protestantismo. Y entonces queda la pregunta: ¿Por qué no fue en Alemania, la
tierra de Lutero donde se produjo el desenlace de la libertad?
Desde otro
punto de vista debemos recordar que el Anglicanismo es Catolicismo sin el Papa
y con el monarca de Inglaterra. Por ello en Inglaterra no había libertad
religiosa que ha sido un principio fundamental de la libertad en el mundo y que está predicho en el
cristianismo: “Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. En
Inglaterra exitía The Court of the High Commission, que cuplía las funciones de
la Inquisición en Roma. Y así lo reconoció Locke cuando dijo en su Carta Sobre
La Tolerancia: “¿Quién puede ir al cielo con una religión en la que no cree?
Y Adam Smith escribió: “Habrá libertad
religiosa donde haya multiplicidad de sectas”.
Fue
precisamente en razón de que no había libertad en Inglaterra que los pilgrims
emigraron a Estados Unidos. Y eran multiplicidad de sectas. Pero igualmente
cuando llegaron pusieron la propiedad en común y consiguientemente se morían de
hambre. Fue entonces en Estados Unidos donde se llevó a cabo el desarrollo de
la libertad y consiguientemente de la creación de riqueza, a través del sistema
creado por los Founding Fathers, The Rule of Law. Pero igualmente al respecto
debemos tener en cuenta la dificultad que tuvieron para lograrlo, tal como lo
describe Cathering Drinker Bowen en su The Miracle of Philadelphia. Por ello
Adams dijo: “Le tengo más miedo a las posibilidades de gobernarnos nosotros
mismos, que a todas las flotas extranjeras del mundo”.
Y ese sistema
se basó fundamentalmente en el reconocimiento de la naturaleza humana, tal como
lo había previsto David Hume cuando escribió: “Es imposible corregir algo
material en nuestra naturaleza. Lo más que podemos hacer es cambiar nuestras
circunstancias y situación”. Y siguiendo esa sabiduría James Madison escribió
en El Federalista: “Si los hombres fueran ángeles no sería necesario el
gobierno. Si los ángeles fueran a gobernar a los hombres, no serían necesarios
ni internos ni externos controles sobre los gobiernos. Al formar un gobierno
que va a ser administrado por hombres sobre hombres la gran dificultad yace en
esto: se debe primero capacitar al gobierno para controlar a los gobernados; y
en segundo lugar obligarlo a controlarse a sí mismo”. Estos principios fueron
aplicados en la Constitución de 1787 y se desarrolló el sistema que le permitió
a Estados Unidos en cien años ser la primera economía mundial.
Estos
principios, pues, no partieron de la cultura anglosajona y por tanto son
aplicables al mundo entero. Fue así que a partir de la Constitución de 1853-60
que la Argentina se convirtió en el segundo país del mundo en aplicar el
sistema que permitió la libertad y la creación de riqueza por primera vez en la
historia. Por ello dio un salto cósmico y pasó a ser de uno de los países más
pobres del continente en la sexta economía mundial a principios del siglo XX.
Lo expuesto
anteriormente es la prueba contundente que no ha sido la cultura la
determinante de la libertad sino la aceptación de los principios que la
determinan. Y ello en Argentina se debió a la llamada generación del ‘37
formada por Alberdi, Sarmiento, Mitre y Urquiza. Y fue la unión de las ideas y
la acción las que determinaron ese proceso. Y no olvidemos que de no haber sido
por Urquiza que aceptó las ideas de Alberdi y pactó con Mitre en el acuerdo de
San Nicolás de los Arroyos, la Argentina no existiría. Y lamentablemente esa
disposición le costó la vida. Pero por favor aprendamos de la historia y
reconozcamos los principios que le permitirán a la Argentina volver a ser. Al respecto recordemos dos preceptos de
Alberdi hoy presentes: “Hasta aquí el peor enemigo de la riqueza del país es la
riqueza del fisco”. Y “La propiedad, la vida, el honor son bienes nominales
cuando la justicia es mala” Es decir no la cultura sino la civilización”.
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