Gobierno, gasto, pobreza y educación
Gabriel Boragina
Abogado. Master en
Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de
Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos:
La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito
social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más
vendidas.
¿Cuáles serán los parámetros que deberíamos tener en
cuenta para poder calificar a un gobierno de "exitoso" o de
"efectivo"?. Ha habido –por supuesto- muchos autores que han
intentado contestar esta pregunta:
"En primer lugar, los gobiernos efectivos buscan
lograr un consenso entre la población acerca de los objetivos que se persiguen,
así como crear un entorno de certidumbre que logre credibilidad en el gobierno
y sus programas de desarrollo. En segundo lugar, los gobiernos exitosos han
logrado un equilibrio entre la centralización de ingresos y la
descentralización del gasto público."1
Claro que, la opinión anterior admite varias
interpretaciones. El juicio del "consenso" resulta aplicable tanto a
gobiernos que aspiran a un programa de dirigismo económico como a aquellos que
prefieren orientarse hacia el libre mercado. En rigor, todo gobierno, ya sea
que coquetee con el totalitarismo o con el liberalismo, siempre trata de lograr
"consensos" entre la población y aquellas políticas que aspira a emprender.
La primer parte de la cita –en tal sentido- es perfectamente adaptable a
dirigistas como a librecambistas. Ambos reclamarán para sí el apelativo de
"efectivos". Si un jefe de estado consigue convencer a sus gobernados
que su proyecto –sea ya totalitario o liberal- es el mejor y el más conveniente
al país en cuestión, podrá decirse -desde el punto de vista de los poderes
políticos y subalternos de esa nación- que el gobierno ha sido
"efectivo". Todo dependerá de la perspectiva predominante en ese país.
Lo que el autor señala como "En segundo lugar",
es algo bastante diferente, en cuanto no es ajustable por igual
–indistintamente- a políticos amigos o enemigos del libre mercado. Los
gobiernos estatistas tenderán siempre a centralizar, tanto los ingresos como
los egresos estatales. Y para este tipo de "estados" un gobierno será
"exitoso" únicamente en el caso que tal objetivo sea vea cumplido, o
se lo perciba así en un porcentaje bastante importante. Por su contrario, para
un poder político que elija inclinarse hacia estrategias de libre mercado, la
clave del éxito será una descentralización, tanto de entradas como de salidas.
"El problema de la pobreza y falta de equidad es
multidimensional, por lo que va a requerir soluciones privadas y públicas,
mecanismos de protección a los perdedores (por ejemplo, a los desempleados) más
que a las empresas que entran en problemas, subsidios, gasto público e
incentivos."2
Este enfoque es típico de la socialdemocracia, también
conocida con el nombre de progresismo. Tal corriente de pensamiento -amiga de
un lenguaje alambicado y ampuloso, con frecuencia carente de un significado
preciso- se presenta como enemiga de los procesos de mercado, y tiende a
contemplar el problema de la pobreza como causado -ya sea de manera directa o
indirecta- por parte de estos procesos. Cuando, en realidad, son los mecanismos
de libre mercado los únicos que posibilitarán la solución al problema de la
pobreza y la falta de equidad. No se trata, pues, de una problemática
"multidimensional", y menos aun cuando no se describen ni detallan
los elementos componentes de esa supuesta "unidimensional". La
pobreza se muestra en todo lugar donde se impongan estructuras burocráticas y
se cercenen los mecanismos de libre competencia. Allí adonde se combate el
libre mercado es donde aparecen indefectiblemente los perdedores, ya que en
contextos de mercados regulados todos, a larga, pierden, reguladores y
regulados. Aun cuando los reguladores sean los únicos que -en la etapa inicial-
comiencen cosechando los beneficios netos de sus regulaciones.
Lo que en términos claros y sencillos propone el párrafo
citado es subsidiar a quienes -en forma arbitraria y completamente
discrecional- el gobierno decide rotular con el nombre de
"perdedores", los que, después de la ayuda estatal, resultarán mas
perdedores que antes de la llegada de la misma. Cabe hacer notar que, el
fenómeno del desempleo es generado -en casi su totalidad- por causa de las
regulaciones estatales que interfieren con la armónica dinámica del libre
mercado laboral.
"En Chile, la alteración de los patrones de gasto en
la educación y, sobre todo, su sujeción a criterios de mérito académico,
medidos a través de un examen anual a nivel nacional, llevó a un cambio radical
en el desempeño de las escuelas y, con ello, de los grupos de interés que
operan alrededor de éstas. En la medida en que el cambio en la estructura de
gasto público para la educación generó nuevos ganadores "los maestros y
las escuelas exitosas" los viejos intereses creados se vieron divididos y,
con ello, incapacitados para impedir el avance de las reformas."3
Entendemos que este párrafo alude a la educación estatal
(mal llamada "pública"). En el mismo, se nos da cuenta de la
experiencia chilena por la cual –según se dice- existió un cambio en la asignación
del gasto público, el que aparentemente fue direccionado hacia "los
maestros y las escuelas exitosas", los que parecen haber sido optados a
los efectos de la asignación de partidas presupuestarias por sobre los que no
fueron elegidos como tales.
El gasto en educación estatal es siempre distorsivo, pese
a todos los argumentos pseudo-económicos y hasta extra-económicos con los
cuales se lo pretende justificar. Implica -en términos claros- detraer recursos
de los contribuyentes que hubieran escogido destinar a costear una educación
desemejante, para que el gobierno los utilice en educar a su manera y con
razones disímiles a sus hijos. En última instancia -y dado que el gobierno que
dirige la educación a través del gasto público está compuesto por individuos-
en los hechos no representa otra cosa que los burócratas son los que resuelven
dónde, cuándo, en qué y con qué contenidos se deberán "educar" los
hijos del contribuyente. La única medida válida de evaluación, en torno al
mérito académico de determinados establecimientos educativos, es aquella que
tiene en cuenta la estimación de los padres del alumno; y en el caso
universitario, el de estos o –eventualmente- el de los propios estudiantes del
instituto. La apreciación que haga el burócrata de turno en el asunto para nada
cuenta.
1 Rolf Lüders. Luis Rubio-Editores. Estado y economía en
América Latina. Por un gobierno efectivo en la época actual. CINDE CIDAC pág.
12
2 Rolf Lüders. Luis Rubio-Editores. Estado y economía
....ob. cit, pág. 21
3 Rolf Lüders. Luis Rubio-Editores. Estado y economía
....ob. cit, pág. 23
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