Bastiat y la competencia

Gabriel Boragina
Abogado. Master en
Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de
Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos:
La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito
social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más
vendidas.
Hay autores que -en el tiempo- nos
producen admiración por su agudeza de observación intelectual y su perspicacia.
Uno de esos extraordinarios ejemplos es el de Frederic Bastiat, cuya asombrosa
pluma supo combinar una suspicacia brillante con una fina ironía y, de paso,
nos revela la antigüedad de los debates que -aun hoy día en nuestra época-
acaloraron los ánimos más exaltados. Uno de esos temas (que en nuestro tiempo
seguimos discutiendo casi en los mismos términos en que Bastiat los plantea) es
el de la competencia. Veamos:
"En
todo el léxico de la economía política no hay otra palabra que haya provocado
más la ira de los modernos reformadores del mundo que: la competencia, o como
se la suele determinar con mayor precisión para hacerla más odiosa, la competencia
anárquica. ¿Qué significa competencia anárquica? No lo sé. ¿Qué se quiere poner
en su lugar? Lo sé menos aún. Oigo, es cierto, que me gritan: ¡Organización!
¡Asociación! ¿Pero qué quiere decir eso? Debemos entendernos de una vez por
todas. ¡Debo saber perfectamente qué clase de autoridad estos escritores
quieren ejercer sobre mí y sobre todo el mundo! Porque, en efecto, yo reconozco
sólo una, la de la razón."[1]
Hoy en día -y si bien aún se habla de la
competencia "anárquica" como en tempos de Bastiat- se ha popularizado
otra que -al fin de cuentas- viene a ser equivalente: competencia
"salvaje". Respecto de ambas, podríamos formularnos los mismos
interrogantes que se hacía Bastiat en su época. No obstante, las
preguntas que se formula a si mismo Bastiat, son meramente retóricas. Él sabía
muy bien a que se referían aquellos que acusaban a la competencia de
"anárquica". Hoy se sigue contendiendo a la "anarquía del
mercado" como si este fuera una entelequia sin gobierno alguno ni control
de ninguna índole. Conforme nos explica Bastiat, la misma idea era la que
campeaba entre sus contemporáneos, lo que nos permite advertir los antecedentes
remotos de las aspiraciones colectivistas y dirigistas. Bastiat lo expresa con
su acostumbrado lenguaje vívido:
"¡Adelante!
¿quieren privarme de mi derecho a valerme de mi juicio cuando se trata de mi
propia existencia? ¿Quieren impedirme evaluar por mí mismo la retribución que
me corresponde por mis servicios? ¿Quieren obligarme a obrar como a ellos les
agrade, y no como a mí me parezca? Si me dejan mi libertad, sigue en pie la
competencia. Si me la quitan, no soy más que su esclavo."[2]
Bastiat identifica la
libertad con la competencia. Para él se tratan de sinónimos. A tal punto que
nos dice que si se elimina la competencia se pierde la libertad y nos convertimos
en esclavos. Esto es de suma actualidad en tiempos presentes donde -como gran
novedad- se dictan profusas legislaciones con el título ostentoso de
"defensa de la competencia". Bastiat seguramente nos diría que
defender la competencia es no otra cosa que defender la libertad. Pero ¿es que
acaso existe la necesidad y alguna ley que defienda la libertad más allá de lo
que la propia Constitución política de un país pueda reconocer?
Paradójicamente, el análisis de los textos legales que dicen tener como
objetivo la "defensa" de la competencia nos permiten ver que, de
aplicarse obtendrán el resultado inverso: el ataque abierto a la competencia y
la disminución paulatina de la misma.
"La
asociación, dicen, será libre y voluntaria. ¡Magnífico! - pero entonces cada
asociación guardará con las demás la misma relación que hoy guardan los
individuos entre sí, y seguiremos teniendo la competencia. - La asociación será
universal -. Eso ya pasa de broma. La competencia anárquica hunde en la miseria
a la sociedad humana, y para remediar este mal, ¿hemos de esperar hasta que
todos los seres humanos, franceses, ingleses, chinos, japoneses, cafres,
hotentotes, lapones, patagones, se avengan en someterse a una de las formas de
asociación inventadas por vosotros?"[3]
Plantea aquí Bastiat
lo que se podría afirmar como una verdad de Perogrullo. Si las
asociaciones que se proponen serán libres y voluntarias, entonces no hay nada
que objetar, porque -por carácter transitivo- se regularán por sí mismas, de
análoga manera que los individuos espontáneamente se regulan por si mismos en
sus relaciones con sus semejantes. Y, de idéntico modo que cada individuo
compite con su semejante (lo quiera o no) cada asociación competirá con la
otra. Será bueno recordar en este punto que la competencia -como ya lo sabía
Bastiat- es un fenómeno inexorable de la naturaleza, que viene dado en razón de
otro hecho innegable: el de la escasez de los recursos económicos en relación a
las necesidades humanas. Nos vemos obligados a competir por dichos recursos,
por la sencilla razón de que en la naturaleza no existe nada en cantidades
suficientes para todo el mundo.
Bastiat ironiza en la
cita con respecto a la contradicción entre la idea de una asociación universal
que -a la vez- fuera "libre y voluntaria". Resulta obvio que si se
pretende que sea universal esto se opone a tal presumida
libertad y voluntariedad de ingreso y de salida.
"Pero
que andéis con ojo: con eso confesáis que la competencia no puede destruirse;
¿y querréis acaso afirmar que un fenómeno indestructible, es decir, que
pertenece a la naturaleza misma de las cosas, pueda ser un mal?[4]
Tal vez en este
párrafo Bastiat se refiera implícitamente a la cuestión de la
escasez a la que hicimos alusión más arriba. Nosotros (en otra parte) hemos
diferenciado la competencia como un hecho y como un derecho.
Bastiat, no obstante, parece estar hablando de la primera. Brevemente, nuestra
idea al hacer tal distinción es que la competencia -sin perjuicio de ser
un hecho infalible de la naturaleza- cuando se circunscribe al
campo humano se torna en un derecho, no creado por la ley, sino
reconocido por ella. Como un hecho de la naturaleza, la
competencia no puede ser tenida por un mal, ni tampoco como
un bien, dado que con ello entraríamos en un plano ético o jus-valorativo, propios
precisamente de la ética o bien del derecho, donde si caben esas valoraciones.
1 Frédéric Bastiat
"LIBERTAD COMO COMPETENCIA". Este artículo pertenece a su libro
"Armonías Económicas", publicado en el año 1849.
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