Pasión, perseverancia y escolarización
Juan María Segura
Experto en innovación y gestión educativa. Autor de "Yo qué sé".
Si bien la charla TED
de Angela Lee Duckworth tuvo una gran repercusión en su momento (+20 millones
de reproducciones desde 2013) y su investigación posterior resultó persuasiva y
estimulante, pocos ingredientes de su trabajo científico se encuentran hoy en
danza en las discusiones domésticas sobre la nueva educación.
Desde temprano en su
práctica profesional docente, a Duckworth le llamó la atención que el IQ (la
inteligencia ‘dura’, el coeficiente intelectual) no era lo que diferenciaba a
sus mejores y peores alumnos. Durante años
estudió a niños y adultos en todo tipo de escenarios desafiantes, y en cada
estudio preguntaba lo mismo: ¿quién tiene éxito aquí y por qué? En todos esos
contextos muy diferentes, escolares y no escolares, surgió una característica
como un importante predictor del éxito: la determinación, lo que ella llama
‘grit’.
La determinación es una
característica positiva y no-cognitiva de la psicología de una persona, que
combina pasión y perseverancia para alcanzar metas a muy largo plazo. Esta
perseverancia del esfuerzo en el tiempo promueve la superación de obstáculos o
desafíos que se encuentran en el camino hacia el logro de aquello que se
anhela, y sirve como fuerza motriz en la realización de logros. Los conceptos
comúnmente asociados con el ‘grit’ dentro del campo de la psicología incluyen la
perseverancia, resistencia, resiliencia, ambición, necesidad de logro y toma de
conciencia.
Decía Angela en su
charla TED que ‘…la determinación es aferrarse a un futuro deseado, día tras
día, no solo por una semana, no solo por un mes, sino durante años, trabajando
realmente duro para hacer realidad ese anhelo y futuro. La determinación es
vivir la vida como si fuera una maratón, no una carrera a toda velocidad…’.
La figura de la maratón
en comparación con una carrera de velocidad de 100 metros es una buena forma de
enfrentar conceptualmente a un sistema escolar diseñado con materias (múltiples
carreras de velocidad) y exámenes estandarizados (vallas, relojes que miden el
tiempo), en comparación con la educación para la comprensión (una maratón, o
más bien una travesía que dura años, y que exige un interés profundo que
sostenga la intensión cuando las fuerzas flaquean y la dirección cuando las
resultados no lleguen o las dudas dominan a las certezas).
Si uno observa el
debate educativo en Argentina, más allá de la pobreza de su agenda, enseguida
notará una predilección por reemplazar a un abordaje por materias por un
abordaje por competencias. No mucho más que eso. Es como reemplazar una carrera
de 100 metros, por una carrera de 400 metros con postas, más alguna que otra
valla. Pero seguimos hablando, en esencia, de una misma disciplina,
arquitectura pedagógica y diagramación institucional, que fomenta una misma
conducta, descuidando otros aspectos fundamentales del aprendizaje. De
innovación, poco. De revolución, nada. Un poco de idioma por allí, un poco de
robótica por allá, algo de aprendizaje por proyectos, un diálogo más claro,
aunque aún tenue con el mundo del trabajo, pero no mucho más. De
emprendedorismo, ni un ápice. De la maratón, de la preparación para el
aprendizaje de por vida, de la travesía impulsada por la interés profundo e
interior, del apasionamiento y la perseverancia, poco, muy poco.
Repensar las políticas
educativas a través de las cuales el Estado argentino desea fortalecer su
proyecto de república obliga a dearmar a la escuela. El mundo de la
hiperconectividad y de la cultura digital, habitado por más nativos digitales
(+65%) que por análogos e inmigrantes digitales (-35%), demanda un desarmen de
la escuela y una reinterpretación de sus piezas. La escolaridad física, de
cortes etarios y rutinas fabriles, materializada a través de ordenamientos de
contenidos curriculares prefijados y homogéneos, que hacen de la titulación el
mejor proxy de aprendizaje, debe ser sacudida por nuevas ideas, orientaciones y
formatos, iluminados por la ciencia y guiadas por abordajes originales e
innovadores.
Duckworth continúa:
‘…Para mí, lo más impactante sobre la determinación es lo poco que sabemos, lo
poco que sabe la ciencia sobre su desarrollo. Cada día, padres y profesores me
preguntan, "¿Cómo desarrollo la determinación en los niños? ¿Qué debo
hacer para enseñarle a los niños una sólida ética de trabajo? ¿Cómo los
mantengo motivados para el largo plazo?" La respuesta más honesta es: no
lo sé. Lo que sí sé es que el talento no les da determinación. Nuestros datos
muestran muy claramente que hay muchos individuos talentosos que sencillamente
no siguen adelante con sus compromisos. De hecho, en nuestros datos, la
determinación comúnmente no está relacionada o está incluso relacionada
inversamente a las medidas de talento…Necesitamos tomar nuestras mejores ideas,
nuestras intuiciones más fuertes, y necesitamos probarlas. Necesitamos medir si
han sido exitosas y tenemos que estar dispuestos a fallar, a equivocarnos, a
comenzar todo de nuevo con las lecciones aprendidas…’.
Qué es una virtud, sino
un hábito operativo bueno, opuesto a un vicio (uno malo). ¿Cómo se desarrolla
una virtud en una persona? Con intención (quiero hacerlo), y repitencia (lo
hago en forma sostenida). Ambas prácticas, intención y repitencia, están presentes
en el ‘grit’ de Duckworth, solo que, en una dosis aún mayor, ya que la
intención toma la forma del apasionamiento, y la repitencia se convierte en
perseverancia, sin importar los traspiés.
La pregunta del millón,
uniendo ambos conceptos, es cómo hacer para que en el interior de un niño o una
niña se encienda esa llama del interés, de la querencia, a temprana edad.
Cuando hablamos de vocación solemos hacer un tratamiento romántico (la vocación
del médico en la guerra), 0 mecánico (test vocacional), o inclusive estático
del tema (si es esta, es para siempre), y olvidamos que la vocación es un
recorrido personal dinámico, que evoluciona en el tiempo, pero que se funda en
un descubrimiento y conocimiento interior invalorable. La escuela debería ser
(y no lo es aún) la mejor estrategia de política pública para que los niños y
niñas aprendan a conocerse desde pequeños, aprendan a explorar dentro de sus
cabezas y corazones, y así se animen a lanzarse en la búsqueda de sus deseos,
querencias y vocaciones desde una edad temprana.
Es por ello que las
ideas e investigaciones de Angela Lee Duckworth tiene tanto valor hoy, en una
Argentina y en una Latinoamérica que no se anima a patear el tablero de la
educación púbica, que no lograr llegar al hueso del problema, y cree (o intenta
hacernos creer) que cambiando el color de la pintura y reacomodando un poco los
contenidos curriculares, la escuela modelo siglo XIX volverá a ser luminosa y
aspiracional.
El mundo cambió, esta
escuela desde ser desarmada.
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