Seguridad y DDHH: ¿Para quiénes?
Malú Kikuchi
Periodista. Conductora de "Cuento Chino" y "La Dama y el Bárbaro", radio El Mundo. Premio a la Libertad 2013, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
La ministra de
Seguridad, Patricia Bullrich, presentó un Protocolo de Seguridad en el cual se
permitiría a las Fuerzas de Seguridad usar sus armas de fuego si la ocasión así
lo ameritase. Sin gritar “Alto”. Y la reacción fue digna de Zaffaroni: ¡Qué
horror, van a poder usar sus armas!
Antes que nada, las Fuerza de Seguridad, la que
fuere, debe anunciarse y si el delincuente huye, debe gritar, “¡Alto!”. Es lo
que corresponde y un juez así lo exigiría. Las FFSS portan un arma de
fuego, ¿la tienen de adorno, forman parte del uniforme, no pueden usarla
llegado el caso? NO.
En la Argentina democrática, post Alfonsín, al que
se le debe que haya acabado con el partido militar y se sufre que haya hecho
confundir autoridad con autoritarismo, matar policías parece lícito. Les
disparan como si fuera un juego, ellos no pueden responder, eso sería
“fascismo”.
Todos se quejan de la inseguridad reinante. Que es
una realidad. Existen delitos como la trata de personas, la venta ilegal de
armas, el narco tráfico. Delitos pesados. A esos delitos se le suman los de
siempre, robos, arrebatos, asaltos, secuestros, violaciones, pedofilia,
homicidios.
Las FFSS están inermes ante todo esto. Los
delincuentes usan armas caseras, armas sofisticadas, armas blancas, armas de
fuego. Las FFSS, llevan armas de fuego, no pueden usarlas. Se supone que las
FFSS, como lo indica su nombre, están para servir y dar seguridad a las
personas.
Se supone que deberían estar al servicio de las
personas y defenderlas de los delincuentes. No pueden hacerlo, el uso de las
armas les está prohibido, y los delincuentes lo saben. También saben que
fiscales y jueces serán comprensivos con ellos. Zaffaroni hizo un fatídico
trabajo.
Las facultades de derecho del país lo estudiaron,
creyeron sus teorías: el delincuente es víctima de una sociedad injusta, los
robados, asaltados, secuestrados, violados o asesinados, son responsables de
haber llevado al delincuente a delinquir. La víctima se convierte en
victimario.
Las FFSS no pueden usar sus armas para defender a
los ciudadanos, lo que debería ser su prioridad absoluta. Si intentan mantener
el orden ante una manifestación, se habla de “feroz represión”. Mientras el
ciudadano no puede circular, es robado, o secuestrado, o simplemente asesinado.
Lilita Carrió, desconcertante como siempre, ante el
protocolo de Patricia Bullrich (con la que tiene diferencias desde que ésta
abandonó la Coalición Cívica que fundaron en 2007) dijo: “Hiere los DDHH”. La
pregunta es, ¿hiere los DDHH de quienes? Hasta ahora los heridos son los ciudadanos.
Agregó Lilita, creando más desconcierto, “Al
humanismo no se renuncia por demagogia electoral”. La pegunta es, ¿al humanismo
se renuncia dejando matar gente trabajadora, dejando que la roben, la violen,
la secuestren, la maten (incluyendo a las FFSS) en nombre del “humanismo?”
¿Se pretende defender a quienes, a los delincuentes
como hasta ahora o ya llegó el tiempo de defender a la gente que está tan
inerme como las FFSS? Y las FFSS no pueden usar las armas que tienen y son
pagadas por los impuestos de la gente que paga impuestos, a la que no puede
defender.
Se trataría de un Protocolo Federal al que pueden o
no asociarse las provincias. Fuerzas federales hay en todas ellas. Y las FFSS
necesitan recibir una educación de alto nivel que garantice, en lo posible, el
uso racional de las armas de fuego, sólo cuando fuera imprescindible.
Hay que hacer memoria. La Argentina forma parte de
las Naciones Unidas. “La ONU, en el 8º Congreso sobre Prevención del Delito y
Tratamiento del Delincuente, en La Habana (27/8-7/9/1990), adoptó los
Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los
funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley”. Leer los artículos 25 y 26.
La ministra Patricia Bullrich debería hacerle llegar
el Protocolo a los honorables congresistas, los propios y los de la oposición,
a los opinólogos, al poder judicial y a todos los que gritan “dejemos que
los delincuentes actúen libremente, no intervengan, nosotros somos
democráticos”.
A los ciudadanos de a pie, a los que sufren a diario
los desmanes de los delincuentes, a esos no es necesario hacerles llegar el
Protocolo de la ministra, con que les llegue la seguridad que tanto necesitan,
basta. Y es urgente que eso suceda.
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