Un fantasma recorre el mundo científico
Karina Mariani
Directora del CLUB DE LOS VIERNES Argentina.


Hace pocos días el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) de Tenerife invitó al filósofo sueco Erik J. Olsson a dar una conferencia cuyo tema principal era la LIBERTAD DE EXPRESIÓN. En dicha ponencia Olsson cometió un pecado mortal al sostener que existe una “sustitución de los valores académicos por un enfoque excesivo en la igualdad y otros valores blandos como una gran amenaza para la libertad de expresión en la academia”. En un curioso alarde de cínica ironía, el IAC rápidamente retiró la conferencia grabada en YouTube en función de su incompatibilidad con las políticas de igualdad de la institución y el director ordenó cancelar la distribución y el acceso a la presentación a través de los medios del IAC. Si, así como suena: el IAC censuró la conferencia que el IAC organizó sobre LIBERTAD DE EXPRESIÓN.
Erik J. Olsson dio la famosa charla hacia fines de noviembre. En esa ocasión repasó las normas académicas más importantes, incluida la libertad de expresión, basándose en las recomendaciones de la UNESCO de 1997. Invocó la distinción sociológica estándar entre las culturas femenina y masculina, citando al sociólogo holandés Geert Hofstede sobre cómo las dos culturas difieren sistemáticamente en sus actitudes hacia el trabajo y la educación. El estudio sostiene que la cultura masculina enfatiza la meritocracia, la competencia y el logro y la cultura femenina valora la igualdad, la amabilidad y la cooperación.
Según Olsson estas diferencias sistemáticas afectan a la libertad académica si la preeminencia de la cultura excesivamente femenina llegara a silenciar el discurso que se considera antipático y no cooperativo. Acá la cosa se puso picante porque según Olsson las políticas radicales de género implementadas en nombre de la integración basada en esta perspectiva han tenido un efecto amedrentador sobre la libertad de expresión en las universidades suecas. A la vez, Olsson sostuvo que una cultura hipermasculina también tenía sus problemas académicos pero estos eran menos urgentes en el actual clima cultural occidental.
La charla censurada de Olsson terminaba con la exposición de un trabajo de ACADEMIC RIGHTS WATCH que documenta las violaciones a la libertad de expresión utilizando las citadas recomendaciones de la UNESCO de 1997 como norma de referencia. La conferencia estuvo menos de dos horas en Youtube. El director del IAC, profesor Rafael Rebolo López, dijo que lamentaba profundamente que se realizaran afirmaciones absolutamente contrarias con los principios del Código Ético de IAC y explicó que varias personas habían expresado “su desacuerdo y preocupación por el contenido del seminario”. Añadió que desconocía que el contenido de la charla pudiera ir en contra de sus principios de igualdad. El buen Rebolo quiso decir que de haber conocido el contenido previamente la censura hubiera sido más temprana y eficiente.
El pobre Olsson remarcó la sutil estupidez del IAC al decir: “Me parece irónico que una charla sobre la libertad académica y las amenazas a la libertad de expresión sea a su vez investigada y censurada, de hecho con referencia a las mismas políticas contra las que advertí en la charla” y agregó que lo ocurrido era una: “confirmación directa e inequívoca de las afirmaciones hechas durante la charla lo que supone un mensaje preocupante sobre la salud académica del instituto”.
Una de las cuestiones más impactantes de estos actos no reside en la validez de las afirmaciones de los cancelados sino la histeria cancelatoria en sí misma como fenómeno social. Existen cientos de casos específicos y estudios estadísticos acerca de la forma en la que el pensamiento científico está siendo enterrado justamente en los espacios en donde debería ser incentivado o al menos protegido. Tal vez la censura y discriminación en ámbitos académicos sea de poco interés popular. Sin embargo, algunas cosas curiosas y paradójicas (lo que no significa positivas) están pasando en los lugares que van a formar a los profesionales que van a gobernar el mundo en pocos años.
El profesor Germund Hesslow, catedrático de Neurofisiología y Profesor Asociado de Filosofía, brindó una conferencia en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lund sobre “Patrimonio y Medio Ambiente” en la que estableció una serie de formulaciones sobre homosexuales y transexuales, por las que fue inmediatamente acusado de discriminación y acoso. Las autoridades abrieron raudamente una investigación por los cargos denunciados, cuyos resultados fueron la absolución de Hesslow de cualquier delito. Sin embargo, Christer Larsson, director del programa médico, le solicitó a Hesslow que se disculpe en caso de que hubiera (atentos a esto) “riesgo de discriminación”, cosa que afortunadamente Hesslow se negó a hacer y además agregó: “Todo el que en el futuro considere dar una conferencia sobre temas que pueden causar emociones fuertes o decir cosas que algunos estudiantes no desearían escuchar, debe considerar la posibilidad de ser sometido a una considerable incomodidad e investigación pública”.
A raíz de este caso de supuesta discriminación de Hesslow que no ocurrió (pero que según las autoridades podría haber ocurrido – quién sabe – tal vez  – algún riesgo), la Facultad de Medicina de la Universidad de Lund introdujo una exótica lista de controles de género que establece que los maestros deben utilizar la terminología de género «correcta». El decano de la facultad Erik Renström dijo que: “Para ampliar la perspectiva, su conferencia también se complementará con una conferencia sobre perspectivas sobre el sexo y el género en la ciencia médica”. Cosa que nos lleva a pensar que, para las autoridades académicas, es razonable que se determine la terminología que debe utilizar un profesor en sus conferencias sobre base biológica según los sentimientos de algunos estudiantes.
Uno de los casos más famosos y paradigmáticos de la batalla ideológica, que tiene como campo de Marte el espacio académico, es el de Jordan Peterson un profesor de la Universidad de Toronto que saltó a la fama en 2016 al criticar una ley canadiense que “protegía identidad de género” de la discriminación. Con una serie de YouTube llamada Professor Against Political Correctness argumentaba contra una enmienda federal para agregar identidad y expresión de género a la Ley Canadiense de Derechos Humanos; y un plan universitario para la formación obligatoria contra los prejuicios. En solitario, Perterson arremetió contra el marxismo, las organizaciones de derechos humanos, y la izquierda radical que le imponía pronombres neutrales en cuanto al género. 
La Bill C-16 canadiense que criticaba Peterson, incluía  todo tipo de minorías sexuales entre los grupos vulnerables protegidos, y la negativa a usar los pronombres de su elección era considerada “discurso de odio” y “discriminación”. Peterson explicaba que instaurar una neolengua por decreto para acomodarse a la demanda de una minoría, faltaba el respeto a la sociedad obligada a aceptar afirmaciones sectarias. En este sentido, la neolengua funcionaba como instrumento ideológico, formateando la mente en la dirección deseada por los ingenieros sociales razón por la cual se negó públicamente a usar los nuevos pronombres impuestos por la ley, hecho que desató el escándalo y le dio fama mundial. 
La batalla lingüística es determinante toda vez que su aceptación implica validar el mapa de la realidad de sus ideólogos. Victor Klemperer, filólogo y profesor de literatura en la Universidad de Dresde publicó en 1947: LTI. La lengua del Tercer Reich donde explica que la propaganda nazi alteró el idioma alemán para inculcar ideas nacionalsocialistas. LTI muestra un idioma alemán retorcido por una neolengua que llegó a ser hablada por la mayoría de la población de forma natural. El libro hace hincapié en la resistencia a dicha  opresión plasmada en el cuestionamiento constante a la neolengua instaurada desde el poder del Estado. Peterson comprende y explica muy bien este fenómeno en el que el Estado impone una autopercepción subjetiva por encima de la realidad objetiva como método de opresión.
Las minorías intensas están consiguiendo, mediante el acoso y la cancelación, condenar al ostracismo profesional a quienes osan oponerse a los dogmas de la izquierda académica como por ejemplo la neolengua o la perspectiva de género. El daño infringido a la enseñanza y a la investigación científica es poco medido. Según un estudio reciente de ACADEMIC RIGHTS WATCH, la introducción por parte del gobierno del régimen de género en las universidades suecas causó múltiples violaciones de la libertad académica. 
El gobierno sueco decretó en 2016 que todas las universidades estatales deberían implementar «un plan sobre cómo la universidad pretende desarrollar el trabajo sobre la transversalización de género para que las actividades contribuyan a alcanzar los objetivos de igualdad«. El entonces ministro de Educación dijo: “Si Suecia quiere ser una nación destacada del conocimiento y la investigación, debemos tener una universidad más equitativa. Por ejemplo, es un desperdicio de la competencia disponible que tan pocas mujeres se conviertan en profesoras. Estoy convencido de que si las universidades y los colegios universitarios emplearan un método de transversalización de género, este sería un paso hacia una universidad más igualitaria”.
La transversalización de género, como política pública de un gobierno, pisoteaba la autonomía institucional que es sagrada para la izquierda académica, pero curiosamente, nadie se quejó por ello. La elección de los estudios de género como marco científico predominante tuvo un efecto paralizador en la investigación y la libertad de expresión en otras áreas de investigación. La incorporación de la perspectiva de género fue esencialmente supervisada por el gobierno y se comenzaron a publicar denuncias y presiones que los funcionarios gubernamentales hacían a las autoridades académicas para que los lineamientos de igualdad fueran absolutamente inequívocos, como obligar a usar cuotas de género para los expositores de las conferencias.
La fundación británica Civitas publicó una investigación en 2020 que documentaba que el 53% de las 137 universidades británicas habían recibido demandas por presunta “transfobia”, desde 2017. En paralelo se habían instalado campañas de colectivos de minorías para restringir la libertad académica, o la libertad de expresión. Concluían que existen herramientas orgánicas e inorgánicas destinadas a la cancelación de opiniones que consiguen arruinar la vida académica y personal de los profesores e incluso de alumnos no alineados.
Las investigaciones sobre el tema de la censura a la libertad de expresión y a la libertad académica coinciden en sostener el enorme poder que, mediante los mecanismos orgánicos en concordancia con los gobiernos e inorgánicos, las minorías activas consiguen determinar el rumbo de los lineamientos académicos. Según un estudio del profesor Eric Kauffman, entre el 8% y el 13% apoyaría la expulsión de un profesor que no siguiese los lineamientos axiomáticos de la izquierda. El autoritarismo, concluye Kaufmann, es un fenómeno liderado por minorías y amparado por una ideología que se ha autoimpuesto como la única válida. 
El casi inexpugnable y asfixiante tejido ideológico que se ha apoderado de los espacios académicos a nivel mundial ha llegado a situaciones risibles por su ridiculez y torpeza. Sin embargo, a pesar de lo bizarro y cretino del entramado de leyes, normas y acciones cancelatorias, el cuerpo institucional académico no ha conseguido revertir el embate. Ningún mecanismo de autodefensa o alarma ha impedido que el ámbito de los estudios superiores se degradara al punto de llegar a censurar una conferencia sobre la censura. 
Pero, para seguir usando a Jordan Peterson como ejemplo, tal vez el avance del pensamiento científico, tecnológico y filosófico no esté condenado, sino sólo su plataforma institucional. Esto es: la trascendencia (y sus nada despreciables fama y fortuna) de Peterson llegaron cuando él se decidió a publicar sus ideas en las redes, saltándose el corsé de su cargo docente institucional.
Jordan Peterson fue amenazado, cancelado, enjuiciado y acosado con toda la artillería que la izquierda tenía a la mano. Se trata de una de las personas más odiadas por el mainstream cultural y académico. No obstante sus conferencias presenciales y digitales tienen récords históricos de consumo así como sus libros y apariciones mediáticas. La palabra CONSUMO, la usa esta servidora con premeditación y alevosía. Los medios se desviven (así estén dirigidos por marxistas furibundos) por entrevistarlo, ya que es garantía de viralización. Eso, ese consumo libre y voluntario de los individuos se llama MERCADO y es donde Peterson, aún contra el poder de los gobiernos, es imbatible.
Es posible que la censura esté acabando con los ámbitos académicos tradicionales. Pronto los títulos obtenidos en las universidades que se dedican a subsumir la biología, la geología, la matemática o la historia a la corrección política no valdrán nada. Pero eso no cambiará el deseo de conocimiento de la humanidad, sólo mutará de espacio, como lo hizo en tantas otras ocasiones en las que fue oprimido.

Publicado en Faro Argentino.







 

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