Massa se “cristiniza” mientras Cristina Kirchner pierde poder
Sergio Crivelli


Lo poco que quedaba de la imagen conciliadora y acuerdista que Sergio Massa ha intentado trasmitir a lo largo de su carrera a la sociedad se esfumó hace exactamente siete días cuando en la inauguración de un gasoducto largamente promocionado por el oficialismo Cristina Kirchner lo mostró como el puntal del gobierno y lo felicitó ostensiblemente mientras ignoraba a Alberto Fernández con quien compartía el estrado y con quien había ganado en 2019 las presidenciales prometiendo el advenimiento de un kirchnerismo moderado, tolerante y que no iría “por todo” como en otras épocas. “Volvimos mejores”, era la carnada usada entonces.
El acto del gasoducto fue dos cosas: el kilómetro cero de la campaña y la confirmación de la estrategia electoral de Unión por la Patria que es de radicalización para galvanizar a la feligresía de la vice que amenazaba con desplazarse hacia la izquierda externa al peronismo o directamente con no ir a votar. Nueva elección, nuevas necesidades, nueva identidad. El 2019 quedó atrás, la “moderación” ya no sirve y la oferta al electorado será exactamente su reverso.
Pero Massa tiene antecedentes como para imaginar que la camporización del discurso, la campaña sucia y el sembrar miedo a la oposición podrían ser sólo para la primera parte de su campaña. Consolidado como candidato del peronismo y enfrentado con Juntos por el Cambio, se espera una nuevo giro de retorno a la moderación y la racionalidad para no espantar a los votantes de centro. Con el tigrense todo es posible.
Nadie ignora que el éxito de ese giro copernicano depende de su credibilidad y que ese no es precisamente su punto más fuerte. Pero lo que ha elegido para este tramo de la campaña es el de la beligerancia. En especial en su pulseada con el FMI que viene perdiendo porque el préstamo que quería no aparece, los mercados empezaron a presionarlo mal y el dólar blue y el contado con liqui, a escaparse.
Durante la semana que acaba de concluir el billete de libre acceso pasó la barrera de los $500 al trote y cerró el viernes a $522.
La vice siempre tomó al FMI como la proverbial bestia negra culpable de todos los males del país y su hijo abandonó la presidencia del bloque de diputados nacionales por su oposición al acuerdo con el organismo, pero esta es la primera vez que a los ataques se pliega (aunque en segundo plano) Massa. No salió, por ejemplo, a tomar distancia de la versión que decía que China había enviado una carta al “board” amagando con habilitar a la Argentina para que pagara sus vencimientos usando yuanes del “swap”, si el acuerdo se demoraba. Más aún, no pocos le atribuyeron la autoría del bolazo. El jueves el organismo desmintió públicamente la existencia de esa carta.
El segundo intento de limar al Fondo consistió en asegurar que el gasoducto se había demorado por orden del organismo, lo que también fue desmentido mediante la difusión de los compromisos firmados entre el organismo y la Argentina. Esa “fake news” fue desenmascarada por el diputado Luciano Laspina.
La tercera “fake news” fue perfecta: le pegó al FMI y a Bullrich con una sola bala. Consistió en difundir la versión de que los opositores habían gestionado ante el organismo una demora del acuerdo para que la economía se degradara más rápido de lo que lo está haciendo. La desmentida en este caso estuvo a cargo de un ex funcionario argentino del organismo (ver Hartazgo en el FMI)
La campaña sucia apunta a bajar al barro a Patricia Bullrich, ponerla a la defensiva e inmovilizarla en una refriega de imputaciones cruzadas en la que no se discuta el colapso económico, que en junio tuvo un 6% de inflación (el doble que los EE.UU. en todo el año). Una economía que el jueves pasado perdió US$ 147 millones de reservas, en un mes perdió más de US$ 1.700 y desde enero18 mil millones. Todo esto con cepo.
Con este marco es imposible hacer campaña positiva. En cualquier exhibición de supuestos logros siempre sonará una nota falsa y ninguna promesa de un futuro auspicioso tendrá la menor credibilidad, por lo que sólo queda el intercambio de agravios.
Curiosamente Massa copia el estilo confrontativo de Cristina Kirchner en momentos en que la vice da señales inequívocas de que su carrera entró en una declinación difícil de revertir. El miércoles tuvo prueba de esto en el Senado, cámara que manejaba con mano de hierro hasta el año pasado, pero que ahora no puede reunir por falta de legisladores. Ese día quiso que la cámara aprobara el pliego de una jueza afín que entiende en causas penales sensibles para ella, pero no lo consiguió. Un fracaso impensable en otras épocas. Su ocaso había adelantado su decisión de no presentarse como candidata y despejarle el camino del poder a alguien tan confiable como Massa.


Publicado en La Prensa.

 

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