Reflexiones sobre el futuro
Guillermo Lascano Quintana
Abogado.


En pocos días el pulso periodístico ha logrado que quien obtuvo más votos en las recientes elecciones primarias, aparezca como el triunfador de una contienda que no existió. El haber obtenido una parte del caudal de votos emitidos en elecciones que no otorgan ningún mandato, tiene un significado distinto del que se le ha asignado. Sobre todo cuando esa parte es solo casi el 30% del total. Sin embargo el público, según se especula, habría interpretado que las preferencias ciudadanas ya han elegido a quien aspira a gobernar a partir del 10 de diciembre.
Javier Milei, que de él estamos escribiendo, es un recién llegado a las lides políticas, quien con desparpajo, lenguaje soez y actitud iconoclasta respecto de la realidad, aparece como el enfant terrible capaz de satisfacer los deseos de una ciudadanía, que supone desilusionada de la república constitucional, del respeto al orden jurídico y del esfuerzo forjador de un futuro mejor. Tiene la ventaja de que el Gobierno, en vías de extinción, ha demostrado su ineptitud para conducir el gran país que tenemos, a un presente y un futuro mejor.
Es cierto que la desocupación es mayúscula, que la inflación es intolerable, que la inseguridad es aterradora, que los servicios públicos son ineficientes, que el 40% de la ciudadanía es pobre, que toda está harta de ello y del enigma sobre futuro de nuestros hijos. Pero de esa situación no se sigue que estemos en un callejón sin salida. En realidad tal estado calamitoso debe ser abordado con energía mayúscula y con sensatez.
Para ello no solo hay que analizar y desmenuzar, sin reparos y sin prejuicios, cómo es que un país de las dimensiones del nuestro, con recursos agropecuarios superlativos, minerales abundantes, energéticos naturales y artificiales sofisticados, un litoral marítimo con abundante fauna, centros universitarios excelentes, educación pública gratuita –por citar solo algunas de sus ventajas– ha transitado, desde hace tanto tiempo, situaciones de hambrunas, descontrol económico, descontento popular, hastío y ahora, en el colmo de la contradicción, emigración de nuestros ciudadanos.
Sin embargo, seguimos recibiendo migrantes de países vecinos y ahora de quienes padecen guerras y miles de venezolanos que se asientan en nuestras ciudades, trabajan y estudian y muchos se quedan para siempre. A pesar de las calamidades que hemos padecido (sequías, incendios, inundaciones) seguimos siendo uno de los principales proveedores mundiales de alimentos.
Sin embargo, la realidad diaria de gran parte de nuestros ciudadanos es el desborde de los precios de los alimentos, la electricidad, los combustibles, los medicamentos. A lo que se une la inseguridad ciudadana, consecuencia de los atracos en calles y casas. A ello se suma la proliferación del tráfico de drogas, que llegan por fronteras desguarnecidas y como si esto no fuera suficiente, bandas de desaforados asaltan comercios y los despojan de sus mercaderías.
La seguridad ciudadana descansa, en cualquier nación organizada, en las fuerzas policiales y en las fuerzas armadas. Por razones que no quiero abordar ahora, ello no sucede en nuestro país, desde hace demasiado tiempo. Es en ese marco, el presente puede ser la continuación de la debacle en la que estamos o el comienzo de una etapa de orden republicano, crecimiento económico, inserción del lado de quienes aspiran a la paz y al desarrollo de las potencialidades en un mundo interconectado.
Para que esto último sea posible es necesario que quienes aspiren a ello aborden, con sensatez y decisión, colocar a la Argentina en el orbe, con equilibrio, reforzando la seguridad nacional sin prejuicios ni cortapisas, desarrollando un plan económico razonable y posible, mejorando nuestra infraestructura, enfatizando la investigación científica, aunando el trabajo con la empresa, saneando y equilibrando el sistema previsional, enfatizando de manera permanente y sostenida la enseñanza en todos sus niveles, reestructurando el sistema de salud y sobre todo respetando de manera total y completa nuestro sistema constitucional con el equilibrado balance entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Solo así empezaremos a tomar el futuro por asalto.

Publicado en La Nación.


 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]