El pavoneo de los BRICS
Gabriela Calderón de Burgos
Es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador). Se graduó en el 2004 con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Desde enero del 2006 ha escrito para El Universo (Ecuador) y sus artículos han sido reproducidos en otros periódicos de Latinoamérica y España como El Tiempo (Colombia), La Prensa Gráfica (El Salvador), Libertad Digital (España), El Deber (Bolivia), El Universal (Venezuela), La Nación (Argentina), El Diario de Hoy (El Salvador), entre otros. En el 2007 obtuvo su maestría en Comercio y Política Internacional de la George Mason University.


En agosto se realizó en Sudáfrica la cumbre de los BRICS y se renovaron los titulares acerca de un nuevo orden mundial y el tan anunciado fin del reino del dólar. Recordemos que el acrónimo —que significa BrasilRusiaIndiaChina y Sudáfrica— fue creado por un economista de Goldman Sachs en 2001. El optimismo en torno a estas economías se puso de moda y hasta crearon un banco de desarrollo en 2014. 
El Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS (NBD BRICS), domiciliado en un lujoso rascacielos en Shanghái, se suponía que debía disminuir la dependencia de las economías en desarrollo del financiamiento en dólares y la influencia de Occidente, conforme incrementaba la de China. ¿Cómo va ese proyecto?
En junio el Wall Street Journal reportó que el NBD BRICS ha dejado de conceder préstamos y “lucha por su propia supervivencia, amenazada por su propia dependencia de la moneda estadounidense”. Aquel reportaje explica que luego de establecerse en 2015 en Shanghái con un capital inicial de $10.000 millones aportado por los cinco miembros fundadores, el banco se topó con la dificultad de conseguir el resto del capital en los bancos y mercados de capitales chinos. Entonces, empezó a tomar miles de millones de préstamos en dólares de inversores institucionales de Wall Street y bancos estatales chinos. Si bien algunos de esos préstamos estaban denominados en yuan, alrededor de dos tercios estaban en dólares estadounidenses. 
A partir de 2017, los préstamos del banco crecieron con vigor: pasando de apenas $1.000 millones en 2017 hasta llegar a $30.000 millones a principios del año pasado. Las cosas se complicaron significativamente para el banco una vez que Rusia invadió Ucrania. Los inversores temieron invertir en un banco cuyo 40% es propiedad de China y Rusia y el interés para obtener fondos se cuadruplicó para el NBD. China no parece tener interés en inyectarle capital debido a la ralentización del crecimiento de su economía.
Sobre el supuesto fin del patrón dólar, la moneda común de los BRICS sigue siendo un sueño de ilusos. Si bien el porcentaje de reservas mundiales en dólares ha caído de 70% a 60% durante la última década, esto está todavía muy por encima de la segunda moneda, el euro (20%) y en tercer y cuarto lugar se ubican el yen y la libra británica. Tan solo un 2,6% de las reservas están en yuan.  Además, según una estimación, un 88% de las transacciones internacionales se realizan con dólares, 31% con euros y solo un 7% con yuanes (dado que una transacción puede involucrar dos monedas, el total puede superar el 100%).[4] Si bien China tiene el tamaño económico y un poder militar que puede rivalizar a Estados Unidos, el economista Tyler Cowen señala que su insistencia en mantener sus mercados de capitales cerrados hacen que el yuan no sea un competidor fuerte para reemplazar al dólar como moneda de reserva mundial. Estados Unidos, en cambio, continúa teniendo los mercados financieros más profundos y líquidos del mundo.   
Aquello de reemplazar al dólar con una moneda común o con otra como el yuan y aquello de sustituir a los multilaterales tradicionales —cuando incluso tienen conflictos entre los miembros fundadores— no constituyen más que pavoneos por parte de un grupo disímil de democracias, autocracias, monarquías. 
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 8 de agosto de 2023 y en Cato Institute.

 

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