Hay dos Milei: el de la campaña con motosierra y el del Congreso
Sergio Crivelli


En el entorno de Javier Milei dicen que si hoy hubiese elecciones ganaría en primera vuelta, pero el paso de los días juega en su contra. Cuanto más se expone, más decisiones concretas debe tomar y menos creíbles suenan sus violentos anatemas anticasta. Especialmente si se consideran las posiciones políticas que adopta en el único ámbito en el que dispone de un poco de poder: el Congreso.
Allí en las últimas semanas tuvo dos oportunidades de traducir su evangelio antipolítico en hechos y en ambas terminó siendo funcional a la campaña de Sergio Massa. Votó en contra de la reforma de la Ley de Alquileres que Juntos por el Cambio quiere mostrar como un trofeo arrancado al peronismo y a favor de una estrafalaria reforma de la Ley del Impuesto a las Ganancias impulsada por el candidato de Unión por La Patria, que favorece a los trabajadores con mayores ingresos, pero que, como agrava la situación fiscal, será cubierta con emisión y terminarán pagándola con inflación los más pobres.
Además le “exigió” a Massa la postergación del debate sobre el presupuesto en Diputados, lo que evitó al ministro-candidato debatir con la oposición en la Comisión respectiva sobre el infierno inflacionario que ha desatado en apenas un año de gestión.
La sanción del proyecto que aumentará los ingresos de la élite de los trabajadores fue aplaudida desde los palcos de la Cámara baja por la CGT.  Ese festejo sobrador fue la culminación de los coqueteos de Milei con Gerardo Martínez y Luis Barrionuevo para explorar la gobernabilidad si el libertario llega a la Rosada. Otro clavo en el ataud de cualquier cambio.
Tres días después de votar junto con el Frente de Todos le mandó una carta a Alberto Fernández instándolo a que no tomara medidas que comprometieran la gestión del futuro gobierno como si el presidente actual no fuera una figura de cartón. Fingió oposición encarando a Fernández, no a Massa que es quien gobierna.
Justificó además su apoyo al proyecto de ganancias alegando que se trataba de una baja de impuestos e ignorando su costo fiscal y sus consecuencias inflacionarias. Ignoró el contexto de tierra arrasada al que contribuía. Un contexto de inflación fuera de control (la mayorista de agosto superó un escalofriante 18%), de dolarización de los inversores que huyen del peso, del Banco Central vendiendo bonos y reservas, de suba de los dólares libres mientras el gobierno pisa el oficial. Ignoró también que el riesgo país perforó el techo de los 2300 puntos. Un contexto, en suma, de riesgo hiperinflacionario.
La irracionalidad económica con la que Milei comulgó para alinearse detrás Massa fue una fase más de la estrategia de dividir a la oposición en beneficio del peronismo. A eso apuntó Mauricio Macri cuando opinó que “no le hacía bien” al libertario que la gente pensase que tiene algún negocio con el PJ.
Para demostrar ecuanimidad el ex presidente también acusó de populismo a los cuatro radicales que habían dado quorum a la baja de ganancias. Obligó a los diputados de Martín Lousteau a defenderse públicamente. En realidad habían bajado al recinto porque la agenda incluía la creación de una universidad que interesa a la UCR. Las universidades públicas son cajas políticas, algo que Franja Morada conoce de primera mano.
Tras la derrota de Horacio Rodríguez Larreta el radicalismo de Lousteau se está convirtiendo en un factor disolvente de Juntos por el Cambio. Reclama cargos olvidando que se anotó en el bando equivocado.
El problema con los herederos de Alfonsín no es ideológico. Lousteau, por ejemplo, tuvo la flexibilidad suficiente para ser ministro de Cristina Kirchner. El problema es por el poder que no les cede Jorge Macri y difícilmente les ceda Patricia Bullrich.
De todas maneras el éxito del peronismo en el Congreso fue un hecho aislado, porque había comenzado la semana con una histórica derrota electoral en el Chaco.
El derrotado, Jorge Capitanich, es soldado de Cristina Kirchner que está claramente en retirada. El ocaso de la vice, tantas veces vaticinado, parece cada día más cerca. Un indicador de esa situación es su relación con la Justicia. Después de que le borraron una jueza afín de la Cámara de Casación Penal ese tribunal le falló en contra en las causas Hotesur y Pacto con Irán que serán elevadas ahora a juicio oral (ver “Respuesta en el Senado”).
La Corte Suprema tampoco la ayudó con la declaración de constitucionalidad de la figura del arrepentido. Se trata de un mecanismo clave para el avance de la causa denominada de “los cuadernos”, un festival de megacorrupción con la obra pública durante la “década ganada”. Su pérdida de influencia en los tribunales resulta ostensible. En ese ámbito parece tener ahora menos peso que “chocolate” Rigau.

Publicado en La Prensa.

 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]