La herencia “K” asfixia a Massa
Sergio Crivelli


El ciclo kirchnerista entra en su etapa final con la economía en crisis y la política en default. Lo segundo es más peligroso que lo primero, porque las deudas se pueden refinanciar, el déficit, revertir, las reservas monetarias, aumentar, pero emprolijar la catastrófica herencia política e institucional que dejan la vicepresidenta y sus seguidores es una tarea que parece haber desbordado a Sergio Massa.
La campaña electoral es la prueba más obvia del peso ilevantable de esa herencia. El oficialismo ataca a Javier Milei acusándolo de “peligro para la democracia”, pero esos ataques se pierden en una serie inacabable de escándalos protagonizados por dirigentes kirchneristas. El último fue el del espionaje clandestino a jueces, funcionarios y opositores por parte de personajes del inframundo de los “servicios” ligados a la Cámpora.
La respuesta al supuesto “lawfare” del que se dice víctima Cristina Kirchner han sido los carpetazos. Los peronistas que se indignaron con Pepín Gutiérrez, tienen la oportunidad de hacerlo ahora con el “Conu” Gutiérrez.
Pero lo más llamativo de la campaña no son los escándalos, sino la falta de futuro. La tarea de los políticos es vender futuro, pero Javier Milei vende su ira mientras Sergio Massa, ataja penales todos los días y cuando tiene un respiro hace promesas en las que nadie cree. Resultado: el humor social va del pesimismo a la angustia. Al hacerse cargo del gobierno y del peronismo Massa no midió la herencia que recibiría. Por ejemplo, el fallido intento de amedrentar con un juicio político a la Corte Suprema en el Congreso que ha estallado a 10 días de la votación.
Ayer el peronismo se fugó de la Comisión de Juicio Politico de la Cámara baja para no responder sobre el escándalo de espionaje ilegal cuyo principal acusado es el diputado Tailhade, ex funcionario de los servicios “K” y el más activo promotor del intento de descabezar al alto tribunal.
Massa tiene dos diputados en la Comisión de Juicio Político y podría haber frenado la grosera “vendetta” de la vicepresidenta contra la Corte. Pero en lugar de hacerlo, pidió prórroga. Un grave error electoral.
Si ni los kirchneristas quisieron sacar la cara por Tailhade, no se entiende por qué Massa no puso fin a la mascarada y demostró que él no es un peligro para la democracia. El tigrense ganó la primera vuelta con el voto de los pobres del conurbano a los que las disquisiciones institucionales no los inquietan, pero ese electorado ya lo tiene. Ahora necesita el apoyo de la clase media que amaga pasar de Juntos por el Cambio a Milei.
Esto ocurre en distritos como Córdoba, donde el gobernador, Juan Schiaretti, condenó el juicio a la Corte. En esa provincia, en Mendoza y Santa Fe, Milei es fuerte y Mauricio Macri también. Si quiere remontar ahí, el ministro debe dar clara señales de ruptura con los Kirchner. Pero no lo hace. Esconde a Cristina y Máximo, mientras se preocupa por difundir el respaldo del museo de la irrelevancia donde viven un Urtubey o un Freddie Storani.
En suma, no le faltan fondos para repartir, sino decisión política en un momento crucial de la campaña.
Apuesta a ocultar al kirchnerismo, pero esa herencia lo puede hundir si no toma distancia a tiempo.

Publicado en La Prensa.

 

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