Debut con devaluación y ajuste y lejos de las promesas de campaña
Sergio Crivelli



Las primeras víctimas del pragmatismo del flamante presidente Javier Milei fueron sus principales promesas de campaña. La dolarización quedó en la bruma de un horizonte lejano y para los gastos de la “casta” en lugar de una motosierra usará un modesto cortaúñas. El recorte de ministerios y secretarias anunciado por Luis Caputo tiene un bajo impacto sobre el megadéficit que dejó el kirchnerismo. Igual la venta de aviones. Al margen de las protestas que generará entre la burocracia estatal, en términos estrictamente fiscales la poda parece modelada por el marketing comunicacional.
Decidió, en cambio, Milei la restitución del impuesto a las ganancias, e insistió con los “bonos” a planeros como hacía el kirchnerismo con fines electorales, a pesar de que Caputo había dicho 72 horas antes que esa práctica se desterraría. Nada nuevo.
 En el Congreso esperan también la reforma de la actualización de las jubilaciones. Esa iniciativa convertiría una vez más en variable de ajuste a los jubilados que no son precisamente “casta” y que durante la gestión Fernández-Fernández de Kirchner perdieron ua un 30% de sus ingresos. El ajuste siempre lo pagan los mismos.
El presidente adoptó dos estrategias para justificar sus decisiones. Primero, usó como excusa el peligro de hiperinflación, algo para nada fantasioso con el aumento de costo de vida viajando al uno por ciento diario en la primera quincena de diciembre.
Sin embargo, las remarcaciones adquirieron un ritmo tan intenso que los consumidores no necesitan ninguna otra fuente de terror. La segunda estrategia consistió en desaparecer de escena. Mandó a dar las malas noticias a Caputo y recién volvió a hablar a través de las redes el viernes.
Dijo entonces tres cosas: que el ajuste era para evitar la híper, que su impacto sobre el sector privado será “transitorio” y que la palabra empeñada se cumple. ¿Por qué esto último? Porque su principal y único activo es la credibilidad y no puede perder el apoyo de sus votantes. Por eso también Caputo se vio en la necesidad de aclarar que la dolarización no fue olvidada y en algún momento se aplicará. De la eliminación del cepo no se acordó nadie.
Las medidas del martes, más allá del garrotazo devaluatorio, fueron una señal del rumbo que tomará la gestión. No se habló de otro problema que había agitado Milei, el de las Leliqs, ni de las tasas de interés. La respuesta de los operadores fue positiva: el blue estuvo un poco por encima de los $1.000, pero después perforó ese piso.
En los hechos el nuevo gobierno no tiene ningún ancla para frenar la carestía y si bien el Banco Central comenzó a recuperar dólares, su única herramienta es generar expectativas favorables. De ese volátil factor depende la suerte de Caputo.
Otra noticia positiva para el ministro trascendió el jueves. La Corporación Andina de Fomento prestará de manera transitoria los mil millones de dólares que Argentina necesita de inmediato para no caer en “default” con el FMI. Los funcionarios del Tesoro norteamericano se están moviendo a favor del gobierno. El nuevo alineamiento internacional ayuda.
El costo social de la inflación (que aumentará fuerte entre diciembre y marzo), el esperado aumento de tarifas y la caída de la actividad que todos coinciden en pronosticar provocarán al presidente un desgaste fuerte, lo que genera dudas sobre la gobernabilidad. El poder está en manos de Milei y su único oficialismo son los votantes. En el medio no hay nada y los bloques parlamentarios de la Libertad Avanza no sólo son muy minoritarios, sino además escasamente fiables.
Sus opositores más duros, en tanto, no estarán en el Congreso, sino en la calle. Piqueteros y sindicalistas amenazan con recrear el habitual caos de fin de año cuando el gobierno no es peronista. Terminaron la hibernación de cuatro años y recuperaron su razón de ser: la protesta.
El gobierno tiene a su favor dos cosas ante ese desafío: la pésima imagen de las organizaciones piqueteras y de los sindicatos y la experiencia de Patricia Bullrich en la materia. Pero esa situación es tan o más volátil que la cambiaria. La violencia en la calle puede provocar un daño irreparable al apoyo social de Milei que hoy está en su apogeo.
La oposición política, en tanto, se encuentra fragmentada dentro y fuera del Congreso. Lo ocurrido el jueves en el Senado durante la sesión preparatoria reflejó fielmente esa situación (ver “Después de la derrota “K”). La presidenta del cuerpo, Victoria Villarruel, terminó encolumnando detrás de su posición a todos los sectores políticos para propinar al peronismo/kirchnerismo una derrota histórica. No se trata de una alianza permanente, pero muestra el estado de dispersión y anarquía de los partidos tradicionales después del arrasador e inesperado fenómeno libertario.

Publicado en La Prensa.


 

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