Los “dialoguistas” complicaron a Milei más que el paro de la CGT
Sergio Crivelli


El largo y por momentos bizarro tironeo entre el Poder Ejecutivo y legisladores presuntamente aliados en la Cámara de Diputados por la aprobación del proyecto “Bases” para aumentar la recaudación y bajar el gasto público terminó el viernes en forma drástica. Ante la oposición inconmovible de esos legisladores a aprobar las herramientas que pedía para reacomodar la macroeconomía el presidente Javier Milei decidió retirar la parte fiscal del megaproyecto y achicar el déficit del 6% del PBI que le dejaron Sergio Massa y el kirchnerismo mediante medidas que no requieran aprobación parlamentaria.
Uno de los principales objetivos de ese cambio de estrategia fue el de enviar a los operadores económicos una señal clara de que el equilibrio de las cuentas públicas sigue siendo la prioridad del programa de Luis Caputo, algo que había ingresado en el terreno de las dudas cuando los negociadores de la Casa Rosada se metieron hasta el cuello en el espeso barro del Congreso. Los dólares financieros aumentaron en enero más del 30% y el gobierno lo que más necesita en este momento (además de dólares) es generar expectativas optimistas, meta imposible si no garantiza la gobernabilidad o por lo menos el rumbo.
En el Congreso los “lobbies” se hicieron un festín como se señaló en este espacio hace una semana. En especial productores agrarios y exportadores consiguieron levantar una cerrada oposición al aumento de las retenciones por parte de de legisladores supuestamente “colaboracionistas”. Fueron primero eficaces para dilatar el tratamiento del proyecto en medio de una crisis monetaria fenomenal. Con la inflación al 25% mensual, se dedicaron a la “rosca” con el corazón ligero. Después de demorar la sanción dijeron con todas las letras que no votarían lo que quería el gobierno. Fin de la historia.
Como no se podrá aumentar impuestos ahora la reducción del déficit solo será posible vía recorte de partidas. Esto ya había sido anticipado por el ministro Caputo a los gobernadores. El gasto en seguridad social por su parte se reducirá por la inercia inflacionaria.
¿Qué significa esto en términos concretos? Que lo que no pagarán los productores rurales saldrá de los bolsillos de los jubilados. La pérdida de recaudación al fracasar el intento de aumentar las retenciones ha sido calculada en US$ 1.400 millones. El ajuste original que había planeado la dupla Milei-Caputo se componía de un 60% de reducción del gasto (subsidios, obra pública, transferencias discrecionales a provincias) y un 40% de mayor presión impositiva. Ahora ese 40% se perdió y deberá ser reemplazado por más recortes al gasto. Inevitablemente del gasto social (jubilaciones, planes) que representa la mayor partida del presupuesto.
 Como también naufragó el restablecimiento del impuesto a las ganancias, tampoco sufrirán el ajuste los que ganan los salarios más altos del mundo laboral. Esto último importa una extraordinaria paradoja: los sindicatos peronista que festejaron la eliminación de ganancias dictada por Sergio Massa, los mismo que en apenas 45 días le hicieron un paro nacional a Milei, terminaron siendo unos de los principales beneficiarios de la cerrada oposición de los “dialoguistas”. El paro del miércoles pasado fue un fiasco, pero la cúpula cegetista  se resarció con el servicio que le prestaron los legisladores del extinto Juntos por el Cambio.
Otro impuesto que quería aplicar el gobierno era el adelanto a los bienes personales. En suma, los dialoguistas se convirtieron en proverbial Hood Robin que le quita a los de menores ingresos y preserva a los que están en posición más desahogada.
¿Por qué lo hicieron? Porque más allá de los intereses afectados por el ajuste, plantearon la cuestión como una lucha de poder. Querían derrotar a quien los había arrasado en las urnas, los desprecia en público llamándolos “casta” y los acusa sino de extorsionadores, por lo menos de coimeros.
En un momento de la interminable negociación el gobierno les dijo que si no querían votar el aumento impositivo  para no pagar el costo político en sus distritos, les habilitaran la delegación legislativa para que lo hiciera el presidente. También se negaron. Querían derrotarlo desde las bancas, no les importó al hacerlo quedar del mismo lado que el kirchnerismo y el más rancio sindicalismo peronista.
La reacción de los medios (tan zamarreados por Milei como los políticos) fue interpretar lo sucedido como una marcha atrás del presidente. Sin embargo, el viernes Caputo insistió en que el gobierno no renunciará al plan de ajuste ortodoxo. Dobla la apuesta y deja a los legisladores el debate de una serie de reformas que nada tienen que ver con la grave crisis económica en curso. En la Casa Rosada están convencidos que si abandonan el plan antiinflacionario de shock terminarán peor que Mauricio Macri.

Publicado en La Prensa.

 

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