Milei sigue con el ajuste fiscal y el tablero político se reacomoda
Sergio Crivelli


Javier Milei regresó de Roma con el apoyo del papa Bergoglio, lo que sumió en la perplejidad a la conducción de la Iglesia local. No sólo a la jerarquía, sino también a los curas villeros (o “K”) que desaparecieron de los medios discretamente.
El estupor es predominante también entre la dirigencia política que no termina de decodificar al libertario. Primero lo sometieron al tradicional lijado con el que reciben a los gobiernos no peronistas y obtuvieron algunas concesiones, por ejemplo, la eliminación del capítulo fiscal de la ley “Bases”. Tras eso pensaron que ya lo tenían y le hundieron todo el proyecto.
Creyeron que estaban ante un nuevo Fernando de la Rúa, pero se equivocaron. Milei redobló la apuesta, siguió adelante con el ajuste y podó los recursos no coparticipables que reciben las provincias. Además alertó que avanzará contra los fondos fiduciarios. Alguno de sus colegas deberá agradecer al peronista cordobés Llaryora la idea de enfrentarse con el presidente.
A esta altura ya es evidente que el presidente tiene un plan económico de contención fiscal y uno político de confrontación. En ambos es agresivo. Lo muestra la estrategia desplegada para frenar una hiperinflación que cuando asumió era la principal amenaza que se cernía sobre la sociedad. No hubo gradualismo, sino un ataque frontal contra el gasto público, contra la financiación del déficit con emisión y una política monetaria encaminada a fortalecer las reservas. Así Luis Caputo cerró enero con superávit financiero.
Las primeras medidas comenzaron a mostrar algunos otros resultados positivos en el corto plazo. El ministro juntó 7.000 millones de dólares en el Banco Central, Después del 25% en diciembre la inflación bajó al 20% en enero y se espera que en febrero sea cercana al 15%. Más allá que las cifras son exorbitantes, la tendencia, de mantenerse, es alentadora.
Otro índice llamativo fue el de los dólares libres que empezaron un camino descendente. Eso fue, según los especialistas, producto del “apretón monetario” combinado con inflación y recesión que obliga a romper los “canutos” (ahorros no registrados) y vender dólares para llegar a fin de mes.
Caputo está usando el dólar como ancla y se niega a devaluar, como lo haría cualquier ministro populista, con la diferencia de que en su caso y por ahora da resultado. Esa ancla no garrea. La brecha entre el dólar oficial y los “libres” (blue, MEP y CCL) volvió a caer fuerte.
Se trata de un fenómeno incipiente y en buena medida transitorio, pero ha hecho sonar alarmas en la oposición. ¿Cuál es el temor de todos los sectores peronistas y de opositores cada vez menos encubiertos como los radicales filoperonistas de Martín Lousteau? Que si las reservas aumentan después de la liquidación de la cosecha y la cotización del dólar se mueve poco de su posición actual, Milei decida ir por la dolarización.
El presidente alienta cada vez que puede esa pesadilla opositora y Lousteau lo admitió con todas las letras el jueves: “Tengo miedo de que (la dolarización) sea irreversible”.
En realidad, los radicales no opinan todos igual sobre oponerse al gobierno (ver “Radicales K”), pero la voz cantante la lleva el presidente de su comité nacional que emprendió un proyecto electoral con Horacio Rodríguez Larrea y Sergio Massa que sigue vivo en términos políticos, aunque sus socios hayan sido derrotado por paliza en las urnas. Predica la rosca y el “consenso”. Es decir, no cree en el recorte del gasto político. Por eso su sector volteó la ley “Bases”.
Ese hecho no sólo enojó a Milei. También despertó a Cristina Kirchner que se había refugiado en el silencio. Volvió a las redes con una carta de 33 páginas que ratificó la “teoría” de que la inflación es producto de la falta de dólares, no de la emisión para cubrir el extravagante gasto público. Una “teoría” ya probada en la práctica con el resultado que está a la vista.
La ex presidenta será una diletante en materia económica, pero su mensaje era político: ratificar la idea de que la verdadera oposición la representan ella y su sector, no los radicales, ni los gobernadores, ni Massa-Lousteau.
En este marco también salió del exilio Mauricio Macri, alentando especulaciones sobre la formación de una coalición de la LLA y el PRO. Rápidamente Milei enfrió la idea, que tiene poca practicidad. La ley ómnibus fue votada por todo el PRO sin necesidad de ninguna coalición y a pesar de ese apoyo fracasó. En un sistema presidencialista la gobernabilidad depende de un factor central: el liderazgo del jefe de Estado. El gobierno necesita una base de sustentación política, pero eso le será dado, llegado el momento, por los votantes, no por un acuerdo de cúpula.


Publicado en La Prensa.

 

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