Reflexiones político-electorales
Guillermo Lascano Quintana
Abogado.
Las
contiendas electorales recientemente disputadas ponen de manifiesto, hasta
ahora, la pérdida de primacía del llamado Frente para la Victoria. Los casos de
Mendoza y Santa Fe, con una prueba palpable. Es probable que el oficialismo sea
derrotado en los comicios próximos en la ciudad de Buenos Aires.
Se
presenta, entonces, un nuevo escenario sobre el cual cabe hacer algunas
reflexiones, tendientes a analizar la viabilidad de un nuevo gobierno nacional
de signo distinto al actual, teniendo en cuenta la historia política argentina
y las características de muchos de los contendientes que participan de la lucha
por el llamado “poder” que en realidad es obtener la administración de la
república.
Si
ganara las elecciones generales alguno de los partidos auténticamente
opositores, con chances, como la UCR o el PRO, la situación resultante va a ser
altamente conflictiva por varias razones.
La
primera y tal vez la institucionalmente más importante, es que el partido
triunfante tendrá una importante oposición parlamentaria. Ello no obstaría a
que el gobierno pudiera gobernar si se hicieran acuerdos programáticos, pero
debe reconocerse que en nuestro país tales compromisos son de muy difícil elaboración.
Una
cierta esperanza revela el reciente acuerdo entre el PRO y la UCR. Tal vez la
experiencia en la Legislatura de le Ciudad de Buenos Aires, en donde se
hicieron acuerdos que permitieron sancionar leyes, aún no teniendo mayoría el
oficialismo, sea un precedente que se repita, sobre todo si cesa la prepotencia
kirchnerista.
Hay,
además, otras causas que harán muy difícil gobernar el país, tanto para la
oposición, cuanto para el oficialismo. La situación económica y financiera es
desastrosa, cualquiera sea el ángulo desde el cual se la mire. Quienquiera que
deba enfrentar sus consecuencias, tendrá que adoptar medidas extraordinarias
que resultarán impopulares, mal que le pese a quien las tome. Este será el caso
de las candidaturas oficiales o paraoficiales que deberán afrontar los cambios
necesarios para enderezar el rumbo de la nación. En esta hipótesis la oposición
debería colaborar con el necesario saneamiento aportando ideas y hombres.
Puede
ser, sin embargo, que el “proyecto nacional y popular” se conforme con la
pobreza, la inseguridad y la falta de oportunidades para los ciudadanos, lo que
no es descabellado pensar habida cuenta del lavado de cerebros que ha hecho la
canallesca publicidad oficialista, que quiere hacer creer que estamos en el
mejor de los mundos, que la inflación es una tontería, el precio del dólar
un invento de los “fondos buitres” y que
la inseguridad es culpa de las víctimas.
Desde
algún ángulo puramente especulativo e irónico podría resultar útil que quienes
tengan que tomar esas medidas sean los mismos que generaron los magros
resultados de la “década ganada” y que
el turno de la verdadera renovación se postergue hasta 2019, cuando se haya
puesto el orden necesario en el país.
Otra
reflexión surge de la posibilidad de que antes de las elecciones generales del
mes de octubre, se produzca un grave colapso de la economía, que dé por tierra
con los planes del oficialismo de llegar a diciembre herido pero no muerto.
En
ese caso el éxito de la oposición sería abrumador y aún cuando subsistirían las
oposiciones parlamentarias, el ímpetu del triunfo y el descrédito del gobierno
saliente amenguarían las trabas legislativas. En esta hipótesis la historia de
la década ganada quedaría anulada por la realidad y el liderazgo kirchnerista
se esfumaría.
Son
estas reflexiones que surgen de la enredada realidad política argentina.
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