La falsa retórica de ¨dar debate¨
Antonio Margariti

Asesor Económico de la Bolsa de Comercio de Rosario y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.



Los políticos argentinos de la New Age, repiten constantemente una muletilla escatológica:  hay que dar el debate.  Pareciera, sin embargo, que estas sacrosantas palabras constituyen un mero recurso retórico, usado tanto por los voceros del gobierno como por la oposición. Las excepciones son tan escasas que, por eso mismo, devienen en sumamente valiosas.
 
Estas cinco palabras de que hay que dar el debate, son utilizadas para discutirlo todo. Desde el aborto legal, seguro y gratuito, a la denuncia de cuentas off shore en Panamá, al escándalo brasileño de Odebrecht, como para discursear sobre el peligroso endeudamiento externo, o exigir el pago de viáticos y pasajes aéreos, como también para cuestionar al funcionario que mantiene sus ahorros legítimos fuera del país y lejos de las garras recaudatorias de este infierno fiscal en que se ha convertido el sistema impositivo argentino.
 
Siempre y en todos los casos, los políticos nativos repiten como loros que hay que dar el debate.
 
Para ellos, esas palabras significan lo contrario de lo que nosotros creemos. Sirven para postergar sine die el análisis y las decisiones políticas, para habilitar falsas discusiones retóricas donde nadie escucha al otro, para ningunear los razonamientos lógicos y para transformarse en calumniadores seriales entre los que predominan insolentes y desvergonzados.
 
Al final entre nosotros, dar el debate consiste en brindar un espectáculo circense para exaltarse, gritar a voz en cuello, acallar al adversario, fingir agravios, denigrar a quien no piensa igual y escamotear la verdad. Todo este sainete se hace para hacernos creer que tienen la razón, nunca para buscar la verdad. 
 
Por eso decimos que es una falsa retórica.
 


CÓMO DEBIERA SER EL DEBATE
 
En EE.UU. las cosas son distintas. Hay una entidad privada independiente del gobierno y los políticos, denominada AEI [American Enterprise Instituto] especializada en organizar lo que llaman Series de Debates Racionales.
 
Diversos temas son encarados por prestigiosos investigadores, científicos de gran nivel, premios Nobel, académicos reconocidos e intelectuales de renombre.
 
Desde 1967 al presente han debatido muchísimos temas: Balanza de pagos y tipos de cambio flotantes o fijos; Deuda pública para financiar gastos en una democracia; Pautas de pleno empleo y estabilidad económica; Evaluación económica de programas de asistencia social; Televisión educativa vs. groserías de la televisión basura; ¿Puede el Estado proteger al consumidor con regulaciones?; Doctrina de seguridad nacional y FF.AA.;  Mercado de ideas y mercado de bienes primarios en  alimentación, indumentaria y medicamentos;  Planes de estabilidad y garantías  individuales;  Seguridad social para los próximos decenios;  Ciencias básicas, tecnología y financiamiento de la investigación; Políticas de salud pública y su financiación;  Cómo formar un  Consejo de Asesores Económicos del presidente;  La realineación política frente al  gran despertar del mundo oriental; Proteccionismo, libre comercio y acuerdos bilaterales;  Análisis de costo-beneficio en la regulación del medio ambiente, salud y seguridad interior; Perfil racial deseable y política de migraciones;  Tolerancia cero para brindar seguridad urbana; Segunda enmienda y el derecho del pueblo a usar  armas en defensa propia;  Flat tax, política de equidad fiscal y la doble o múltiple imposición. 
 
Sin embargo, las características más importantes de estos debates racionales americanos son las siguientes: 1ro. La concurrencia de un gran número de legisladores, secretarios de Estado y magistrados judiciales para aprender lo que no saben; 2do.   El enfrentamiento de posiciones contradictorias sostenidas por los más formidables expertos y conocedores del tema; 3ro. El respeto a rajatablas de las reglas de la disputatio derivadas del método lógico creado por Aristóteles y desarrollado durante 14 siglos para saber pensar y descubrir la verdad. 
 


REGLAS DEL DEBATE
 
Durante siglos, la humanidad permaneció en la oscuridad mental sin saber distinguir entre lo que es falso y lo que es cierto, entre la falacia del sofisma y la certeza de la evidencia.
 
El sofisma sigue siendo una manera de argumentar y dar testimonios tramposos con argucias y falsedades para defender o persuadir a ciudadanos ingenuos sobre lo que es interesadamente erróneo. 
 
En cambio, la certeza se alcanza cuando se sabe pensar y reconocer que el razonamiento puede conducir a conclusiones verdaderas o falsas. Ello se obtiene por medio de la evidencia, de las experiencias comprobadas, de la falsación de hipótesis y del respeto a las leyes de la naturaleza.
 
Este método esencial, omnipresente tanto en la política como en la filosofía, las ciencias, la enseñanza y la investigación científica era llamado antiguamente disputatio es decir discusión, controversia, disquisición o polémica y devino, posteriormente, en lo que Karl Popper denominó La lógica de la investigación científica.
 
Las reglas del debate racional consisten en que cada uno plantea sus particulares proposiciones. Luego, el adversario tiene que reiterar las ideas ajenas usando sus propias palabras hasta que el proponente exprese su conformidad de que ha sido bien interpretado.
 
Por lo tanto, nadie puede apabullar al contendiente, sino que ambos deben esforzarse por comprenderse mutuamente. Seguidamente cada propuesta recibe una réplica, se formulan preguntas recíprocas y se plantea el debate en torno a sus respuestas.
 
El debate no es el vergonzoso y primitivo espectáculo de gritos airados que nos presenta el parlamento argentino o la televisión local. Es un encadenamiento de preguntas > respuestas > tirantez > asentimientos > negaciones > refutación > argumentos > pruebas y formulación de conclusiones.
 
Los argentinos no sabemos que el espíritu de un auténtico debate es lucha, pero también diálogo para llegar a un acuerdo.
 
El debate es la forma básica de la vida política, es un diálogo con el fin de comunicar ideas, explicar intenciones, buscar y alumbrar la verdad en la acción del gobierno.
 
En el debate racional, debe haber un diálogo ordenado entre amigos o adversarios que se respetan para permitir que, de pronto, se encienda la luz como una chispa que salta para alcanzar la verdad y la certeza.
 
Vean el debate sobre el tema del aborto, o el debate sobre el endeudamiento para financiar el déficit, o el debate sobre el legítimo derecho a preservar los ahorros privados donde haya garantías de integridad, o la reforma impositiva para que el Estado tenga un límite legal a sus pretensiones por quedarse con la renta de los ciudadanos.
 
Entonces se darán cuenta de cuán lejos estamos de la civilización y cuán cerca de la barbarie.

 
 

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