Gustavo Dudamel o el atroz encanto de la Venezolanidad
Carlos Goedder
Carlos Goedder es el seudónimo de un escritor venezolano nacido en Caracas, Venezuela, en 1975. El heterónimo de Carlos Goedder fue alumbrado en 1999 (un juego de palabras con el nombre de pila correspondiente al autor y el apellido de Goethe, a quien leyó con fruición en ese año. La combinación de nombre algo debe también a la del director orquestal Carlos Kleiber).


En medio de la insurrección civil venezolana, a la cual no da soluciones ningún político ni de Gobierno ni de Oposición, se ha encontrado un chivo expiatorio: el director Gustavo Dudamel
Al estudiante venezolano Bassil Da Costa, in memoriam
 “Tienes que trabajar en ambas cosas en paralelo: hacer música y hacer ciudadanos” 
Lennar Acosta en Changing Lives

Escribo este artículo el día 15 de febrero de 2014, mientras Venezuela se ha convertido en campo de batalla. Los estudiantes venezolanos han salido a protestar contra la tiranía chavista, incapaz de darles lo mínimo necesario para sus proyectos vitales: comida, seguridad ciudadana y no menos importante, LIBERTAD.  Ha sido una nota de dignidad que ha estado esencialmente ausente en una Venezuela absorta en la supervivencia (haciendo filas interminables para cazar alimentos escasos en supermercados) o bien en colocarse en dólares baratos haciendo arbitraje con el tipo de cambio oficial. Apostaría que el 50% de los adultos indignados venezolanos lo están precisamente por las crecientes restricciones que en 2014 se han generado para conseguir esos dólares subsidiados: escasez de boletos aéreos que son necesarios para el ansiado “cupo” de dólares (regalados a un precio equivalente a menos del 10% del precio de mercado); prohibición de enviar divisas hacia Colombia, paraíso de los negociantes del dólar, cuya proximidad geográfica permite inventarse compras falsas, espurios envíos de remesas a parientes y toda una gama de ingeniosas formas para enriquecerse gracias a un estúpido control estatal que lleva una década en vigor. Este modelo de apropiamiento de dólares está vigente en Venezuela desde 1983, con agencias estatales como RECADI, luego la OTAC y ahora CADIVI. Se ha tolerado gobiernos corruptos, ineptos y tiránicos por mantener este festín colectivo de robo e inflación. Así que la protesta de los estudiantes ha sido una ansiada nota de dignidad y moral en medio de una sociedad que lleva décadas inmersa en este tipo de negocios, alcoholizada o inmersa en fiesta, donde un grupo minoritario de personas intenta buscarse la vida honestamente. 
La inmolación de estos estudiantes recuerda Abril de 2002, cuando la insurrección popular logró deponer el chavismo. A las 48 horas volvía Chávez al poder, en algo que podría ser un guión de Fellini pero no, fue real. Los políticos opositores a Chávez y los militares custodios del orden constitucional sencillamente no se pusieron de acuerdo sobre cómo repartirse el poder y colocaron de nuevo al aspirante a Fidel Castro, quien desde entonces recrudeció su militarismo, intolerancia y violencia. Sus grupos armados, “tupamaros” andan sembrando terror paramilitar por las calles venezolanas hoy día. Dolorosamente, en este momento vuelve a ocurrir lo de 2002: los políticos de la Oposición andan sin un liderazgo claro y el candidato que se dejó arrebatar su legítimo triunfo presidencial en 2013, cree estar haciendo política en Disneylandia y desperdicia una oportunidad histórica (sus declaraciones están en http://mexico.cnn.com/mundo/2014/02/15/los-venezolanos-no-somos-violentos-dice-capriles-a-manifestantes). Mientras la tiranía masacra estudiantes, este Capriles dice que «La protesta no tiene por qué ser anarquía», en un momento en que la desobediencia civil es el único camino civilizado para deponer el inepto totalitarismo venezolano. Los opositores llevan una década sin aceptar un mando único. Probablemente varios estén sobornados como ya lo estuvo hace una década un pseudo-opositor de Chávez, Francisco Arias Cárdenas, quien hoy día es diplomático del chavismo ante la ONU. La sangre derramada de Abel clama por unos políticos medianamente operativos que lleguen a un acuerdo para hacer una Transición ordenada que deje atrás un Desgobierno cuyos únicos logros han sido inflación, escasez, corrupción, violencia (Caracas es la tercera ciudad con más homicidios en el mundo y Barquisimeto la novena), sometimiento al imperialismo comunista cubano y emigración masiva. 
No obstante, en medio de esta situación, las redes sociales venezolanas han encontrado un culpable para dirigir toda su furia: el director orquestal Gustavo Dudamel. Casualmente él es portada de la revista BBC Music Magazine este mes, elogiando su titánico trabajo con la Filarmónica de Los Ángeles. En su país se opta por boicotearlo y colocarlo como blanco de cuanto insulto y manifiesto se ocurre en Facebook o Twitter.
El 12 de febrero, Día de la Juventud en Venezuela, Dudamel tenía programado un concierto oficial conmemorando el aniversario de las Orquestas Juveniles Venezolanas, “El Sistema”, originado el 12 de febrero de 1975 y liderado desde entonces por José Antonio Abreu (entre muchos reconocimientos, este Sistema cuenta con el Premio Príncipe de Asturias). Las orquestas tienen apoyo estatal desde la FESNOJIV (Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela). Lógicamente, el concierto conmemorativo tuvo invitados del Gobierno. Ese mismo día y en simultáneo estaban ocurriendo los primeros choques del Gobierno con los estudiantes, quienes a su modo celebraban el mismo Día de la Juventud. Vaya uno a saber si Dudamel, inmerso en las responsabilidades de un Concierto y probablemente recién bajado del avión, se enteró de lo que pasaba mientras dirigía. En cualquier caso, cumplió su concierto.
Una distinguida pianista venezolana, Gabriela Montero, residente en el exilio, encendió la mecha. Señaló en su twitter -y se hizo eco de ello tanto la prensa tanto internacional como venezolana- que escribiría una carta a Abreu y Dudamel condenando que hubiesen dado ese concierto. La carta sinceramente luce como un texto poco meditado y más bien hecho por impulso. Está en http://www.el-nacional.com/escenas/Gabriela-Montero-dirigio-Dudamel-Abreu_0_355764573.html   A partir de allí se eligió el nuevo chivo expiatorio. Otro venezolano en el exilio, el destacado economista Ricardo Hausmann, fue más allá y dejó a un lado el tono respetuoso de la crítica hecha por Montero. Dijo sobre Dudamel esta perla: “Es un gigante de la música pero un enano de la moral” (ver http://www.elnuevoherald.com/2014/02/14/1680045/dudamel-enfrenta-criticas-en-venezuela.html). A partir de allí Facebook, Twitter y cuanta red social usen los venezolanos (mientras no se las apague Maduro) se llenó de mensajes contra Dudamel. En el Facebook de Carlos Alberto Torres Fletcher se colocó una foto de Dudamel al lado de Maduro y se pidió traducir a cuánto idioma manejen los venezolanos en el exilio un texto de boicot, por demás tampoco elaborado con solvencia y cercano más bien a la consigna simplificadora que tanto éxito tiene en tiempos violentos (https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10151913017997021&set=a.95686952020.97148.549497020&type=1) 
¿Por qué elegir a Dudamel como blanco?
Lo primero que merece un comentario es lo siguiente. Evitando caer en la falacia de juzgar a la persona y no a la idea, hay algo claro: ni Montero ni Hausmann trabajan en Venezuela. Se marcharon de allí. Dudamel, teniendo la dirección de la L.A. Phil, con un hijo estadounidense, con acceso a los podios de la Filarmónica de Berlín y Viena por poner apenas dos nombres, siendo ex director de la Sinfónica de Gotemburgo y seguramente el próximo Karajan, sigue yendo a su país a formar músicos, dirigir orquestas y grabar discos. El sello discográfico Deutsche Grammophon graba los discos de Dudamel y la Sinfónica Simón Bolívar en Caracas, tomando riesgos auténticos para la integridad física del equipo que hace la grabación. Montero y Hausmann indudablemente ponen en alto el gentilicio venezolano con su destacado trabajo. No obstante, creo que vale para Montero recordarle el hecho de que Dudamel es un colega músico y tanto a Hausmann como a ella que él si sigue trabajando en su país, lo cual merece algo de respeto. Me temo que la frustración y el dolor ante lo que ocurre en Venezuela hicieron que alguien tan políticamente correcto y brillante como Hausmann dijese esta desafortunada frase o quizás se le citó mal. En cualquier caso, hay muchos enanos morales en Venezuela. No creo Dudamel entre en esa categoría. Y también hay muchos enanos morales en el exilio venezolano, quienes a diferencia de Montero o Hausmann nada útil hacen, salvo disfrutar los dólares que saquearon al erario venezolano antes de Chávez y presumir ahora de adalides morales ante el chavismo. En Venezuela se roba y se viola el derecho desde hace décadas. El chavismo es el epílogo y el aquelarre final de esa tendencia. No obstante, muchos venezolanos que hoy se rasgan las vestiduras antes los despropósitos del chavismo son los mismos que doblaron la cerviz cuando Jaime Lusinchi impuso a su amante Blanca Ibañez en el Gobierno de Venezuela, le puso traje militar y amparó todas las corruptelas imaginables, no sólo de dólares preferenciales sino hasta de comercializar con un complejo residencial oficial que llevaba el nombre del Papa Juan Pablo II. Muchos de los adalides de la moralidad venezolana también robaron dólares bajo el desgobierno de Rafael Caldera entre 1994 y 1998. Millones de venezolanos asistieron impasibles al avance de la exclusión social y la miseria en su país, tolerando gobiernos corruptos, como buenos latinoamericanos. Así que muchos han tenido la música de la fiesta encendida durante la hecatombe venezolana. Montero y Hausmann escapan a esta tendencia. Son venezolanos con sólida ética de trabajo y quienes tuvieron que salir del país para poder alcanzar las alturas profesionales que merecen. Hausmann intentó desde las políticas públicas revertir el rentismo petrolero, trabajando en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, por cierto la única administración que hizo algo serio en Venezuela desde 1973 – tiene mérito que el propio Pérez enmendase las desastrosas políticas protochavistas que condujo durante el boom petrolero de los años setenta. Venezuela clamó por su rentismo y se sacó a Pérez para colocar a Caldera y Chávez. Hausmann tuvo que buscar refugio en prestigiosos organismos multilaterales y Harvard. Y menos mal que lo hizo y ha seguido produciendo maravillosos trabajos académicos sobre Venezuela. Montero no pierde ocasión de clamar en los escenarios internacionales por los desmanes de la tiranía venezolana, al mismo tiempo que rescata el arte de la improvisación pianística y toca con titanes como Martha Argerich. No obstante, Dudamel no está haciendo menos que ellos por Venezuela. Me atrevería a decir que está haciendo incluso algo más y merece la mayor consideración. Veamos por qué.
Dudamel forma parte del Sistema de Orquestas Juveniles. Este joven humilde con un padre músico, tuvo la protección de José Antonio Abreu y desde los doce años trabaja en el podio. Triunfó en un gran concurso internacional, se convirtió en el primer venezolano fichado por Deustche Grammophon y ganó la admiración de toda la escena musical internacional. Con su trabajo, logró poner en las mejores grabaciones y salas de concierto al Sistema de Orquestas Juveniles fundado por Abreu. Tocó la suerte de que un programa social, iniciado en 1975 para promover la educación ciudadana desde la música y combatir la exclusión social, tuvo en sus filas a un auténtico genio musical como Dudamel, a uno de los “predestinados” de que hablaba Schumann. El fallecido Claudio Abbado, Daniel Barenboim, Simon Rattle, la hija de Leonard Bernstein, todos han quedado cautivados por el genio de Dudamel. Ha puesto en el mapa musical mundial a Venezuela. Y apréciese lo siguiente: Dudamel tiene todo para hacer una vida feliz lejos de Venezuela. Tiene trabajo y dinero garantizados para toda una vida artística. No obstante, “The Dude” como le llaman cariñosamente en EEUU sigue trabajando en su país. El coste de oportunidad es alto: tuvo que dejar su podio de Gotemburgo por falta de tiempo y seguramente lo habría mantenido si hubiese abandonado la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela, donde ni remotamente gana el salario y tranquilidad suecos. La salida fácil para Dudamel era hacer un berrinche: protestar contra Chávez o Maduro, ganar buena prensa por ello, quedar en el extranjero como un adalid de la libertad, atraerse buen apoyo del adinerado sector conservador de EEUU que patrocina orquestas y hacer su vida de American Dream. No obstante, Dudamel, como buen músico, tiene la combinación exacta de pasión y mesura. ¿Puede un hombre sensible, un gran músico estar impasible ante la tiranía venezolana? Quien piense esto desconoce cómo piensa un gran artista. Dudamel ha preferido actuar como un revolucionario, en lugar de como un rebelde. Déjenme explicar el cálculo mental que apuesto hizo Dudamel. Logré comprenderlo cuando yo mismo me molesté mientras lo veía tocar en el funeral de Chávez ante Raúl Castro y Ahmadineyad.
Si Dudamel arma su berrinche, hará un gran daño al Sistema de Orquestas Juveniles Venezolano. Desde 1975, coincidiendo con la época de mayor declive moral que haya tenido Venezuela, mediante el saqueo sistemático de la renta petrolera, Abreu logró que el Gobierno hiciese algo de política social sacando a los jóvenes venezolanos de la marginalidad cotidiana mediante la música. Quien desee entender el impacto de este Sistema de Orquestas Juveniles debe leer una obra que reseñé en otro artículo, Changing Lives [Cambiando Vidas] de Tricia Tunstall (W.W. Norton & Company,2012). Lamentablemente no está en castellano. Vayamos a las cifras para que se vea la escala de El Sistema: “En un país con una población ligeramente por encima de los 28 millones de habitantes, aproximadamente 370.000 niños y jóvenes actualmente forman parte de El Sistema.” (p. 36). Y se complementa ese dato con esto:
“El número de niños del Sistema [de Orquestas Juveniles] que viven en pobreza es estimado entre 70 y 90 por ciento. Para todos los niños, este programa es completamente gratis, proveyendo instrumentos, maestros, uniformes y otros servicios nutricionales y sociales al mismo tiempo. De acuerdo a Patricia González, una representante del Director Ejecutivo, Eduardo Méndez, el presupuesto total de FESNOJIV  para 2010 fue de aproximadamente USD 120 MM. La gran mayoría de esta suma viene del Gobierno Central; otras fuentes incluyen donaciones privadas y rendimientos de interés sobre cuentas bancarias. Un reporte preparado por el Banco Interamericano de Desarrollo [donde trabajó Hausmann por cierto], el cual ha apoyado a FESNOJIV con préstamos sustanciales, cita evidencia de que los participantes en El Sistema tienen mejor rendimiento académico y menos problemas de conducta que los jóvenes venezolanos que no son parte del Sistema. La tasa de deserción de la educación secundaria para los adolescentes venezolanos es superior al 26 por ciento, pero para los participantes en el Sistema la tasa baja a 6,9 por ciento.” (p. 37)
Cuentas, no cuentos. Y ahora cedamos la palabra al propio Dudamel en la otra entrega que protagonizó de la Revista BBC Music, en junio de 2008. Sobre los jóvenes de El Sistema, el director decía: “Ellos no tocan porque sea su trabajo; ellos tocan porque es su vida. Aman su música. Como músico, necesitas sentir que estás disfrutando lo que estás tocando y eso irá a la audiencia.” (p. 29) Y mira por donde en la misma página se cita una declaración hecha en 2004 por Gabriela Montero sobre los muchachos de la Orquesta: “Estos músicos devoran la música clásica con la misma energía y fuego con la que encienden la pista de baile cuando danzan salsa. Esa energía es lo que hace su interpretación tan revitalizante.” 
Luego, me parece que Dudamel ha sido lo suficientemente prudente, sabio y responsable como para tragarse el dolor por el Gobierno que tiene Venezuela, más agudamente perceptible para quien como él lleva años integrado en sociedades del mundo desarrollado. Ha preferido seguir trabajando para que casi 400.000 humildes muchachos venezolanos escapen del destino al que les ha sometido la política pública venezolana desde hace décadas: morir de hambre, sumarse a una pandilla, traficar drogas, morir asesinado por resistir que les roben un par de zapatos o entregarse a la autodestrucción. Y plantearse esta ecuación mental de responsabilidad hacia el prójimo, de solidaridad y empeñar en ello la vida es algo que merece respeto, de Montero, de Hausmann y de todos los que están acribillando a Dudamel y buscando le destruyan en los medios periodísticos internacionales. Me imagino cuántos compatriotas venezolanos envidiarán los logros de Dudamel y buscarán dañarle, colocándose esta oportunidad como la perfecta (destaco: ni por asomo es la envidia un motivo para Montero o Hausmann. Ellos no son de esa índole). Dudamel le recuerda a muchos venezolanos que pueden elegir otra vida. Es una prueba de que puede triunfar otra cosa que no sea la corruptela y complicidad con los ladrones del sector público. La avalancha de vilipendios hacia él en las redes sociales recuerda algo que escribía el mismísimo maestro de Simón Bolívar, Simón Narciso Rodríguez, en su Defensa de Bolívar de 1830: “Sólo en la América Española se duda del mérito de un hombre por ser americano… Este ejemplo lo han tomado los colonos de la madre patria: en ningún lugar vale menos el talento de un español que en España.” 
Admiramos a los jóvenes que están ahora exponiéndose a la muerte y en más de un caso entregando efectivamente la vida ante el  cobarde totalitarismo venezolano. Ahora bien, ¿No son los jóvenes de las Orquestas Juveniles otros luchadores no menos dignos? En una sociedad que promueve la riqueza fácil, el oportunismo más ramplón y la violencia, han optado por hacer música y abrir ese mundo a su entorno inmediato: familia y barrio pobre. Diariamente, desde 1975, los jóvenes venezolanos de las Orquestas están protestando contra la inmoralidad venezolana empuñando como arma un instrumento musical. Y esto también demanda mucho sacrificio y riesgos cotidianos, mucha voluntad y convicción. Como la que demanda salir a jugarse la vida en medio de una sociedad aturdida por el robo, el alcohol, la violencia y el hambre, donde los políticos jamás incluyen en sus cálculos otra cosa que sus cuentas bancarias y su poder burocrático.
En la reconstrucción venezolana, se precisa del acuerdo y trabajo en equipo por gente como Montero, Hausmann y Dudamel. Que se organicen y trabajen en armonía es necesario para un proceso durísimo que vivirá Venezuela cuando acabe esta anarquía propiciada por verdaderos enanos morales como Lusinchi, Caldera, Chávez, Maduro, Cabello y secuaces. Si ceden a la cultura chavista de odio, división y muerte sólo prolongarán el sufrimiento en Venezuela por más generaciones. Las cartas y tachaduras de inmoralidad deben ir hacia los políticos de Oposición venezolana, cuya ineptitud, miopía y comodidad están colocando en riesgo una nueva oportunidad histórica para Venezuela. La Oposición en Venezuela carece de proyecto para su país, se destaca por su ausencia de propuestas. Al menos Rómulo Betancourt, cuando combatió las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez hizo el ejercicio de exponer su visión sobre el gran problema venezolano, el rentismo petrolero. Desde esa reflexión sistemática, plasmada en el libro Venezuela, Política y Petróleo de 1956, ningún líder político venezolano ha hecho un ejercicio intelectual de políticas públicas semejante. Capriles no lo ha hecho tampoco. Y el elector percibe esa flaqueza y varios temen que la Oposición sea otro salto al vacío.
Muchos acusan a Dudamel de tocar música durante una matanza. Apostaría que él sufrió bastante durante ese concierto ineludible. Por el contrario, millones de venezolanos han tenido una “buena rumba” mientras Venezuela apostaba decididamente por la exclusión social latinoamericana, teniendo todo para ser un país que viviese como Noruega o Canadá gracias a la renta petrolera. La atronadora música y el güisqui siguen vigentes en una Venezuela llena de inmoralidad colectiva, donde hay bastiones de resistencia en una minoría de gente que puede decir auténticamente “yo no he robado, yo no me he metido en cargos públicos para saquear, sencillamente he dedicado mi vida a trabajar, educar a mis hijos y mantener una familia virtuosa.” Y cada venezolano de estos ha hecho una lucha tan significativa como la de los jóvenes de las orquestas y los estudiantes masacrados esta semana.
Las Orquestas Juveniles tienen el gran punto débil de toda la moral colectiva venezolana: dependen del Estado, dependen del poder económico de un Gobierno que administra a su capricho la renta petrolera, cuya captura es el afán cotidiano de la mayoría venezolana. No obstante, al menos usan su porción de renta para construir algo de calidad de vida y ciudadanía en un país empeñado en la autodestrucción.

 

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