El extraño vuelo del avión venezolano
Luis Franco
Investigador Asociado de Fundación Atlas. Licenciado en Ciencias Políticas, magíster en Economía y Ciencias Políticas por Eseade. Ex asesor en la Cámara de Diputados de la Nación.
Todo el mundo está
atento a la información sobre el extraño vuelo del Boeing 747-300 de EMTRASUR,
y es posible que la curiosidad –e indignación– se incremente si se conocieran
algunos detalles que hacen a la burocracia de este tipo de operaciones de carga
aérea.
En primer lugar todo
vuelo internacional debe tener la autorización del país a donde se dirige. El
primer organismo que interviene en estos trámites imprescindibles en la
Argentina es la Dirección de Transporte Aerocomercial, a cargo de la Dra.
Florencia Dovichi, que es parte de la Administración Nacional de Aviación
Civil, cuya responsable es la Lic. Paola Tamburelli, organismo que a su vez
depende del Ministerio de Transporte.
Antes que un avión
llegue a destino, la autoridad aeronáutica debe conocer las condiciones de aeronavegabilidad
del avión, las licencias habilitantes de los pilotos, sus psicofísicos
(certificados de control de salud), entre otros requisitos. En otras palabras
debe conocer todo sobre la operación.
En materia de
seguridad, según la información surgida en las últimas horas, Paraguay –y tal
vez otros países– habría alertado sobre los vuelos de la aeronave en cuestión
en los últimos tiempos.
Cuando el vuelo llegó a
Buenos Aires las condiciones meteorológicas eran de bajísima visibilidad por
niebla, por lo que el Jumbo matrícula YV3531 tuvo que optar por aeropuertos
alternativos en condiciones de recibirlo; en primer lugar intentó aterrizar en
Montevideo, pero las autoridades de ese país lo rechazaron rápidamente; de esa
estación aérea tuvo que decidirse por aterrizar en Córdoba.
La llegada del avión a
Córdoba “nacionalizó” el vuelo. Allí se tuvo que presentar la GEDEC (General
Declaration), una declaración dónde se registran todos los datos de los
tripulantes y pasajeros –en el caso que hubiera– carga, etcétera. Este
documento es importantísimo. Tal vez allí comenzaron los interrogantes que
llevaron al vuelo del Jumbo de EMTRASUR y su abultada tripulación a la primera
plana de todos los medios del país sin que se pudiera ocultar.
Respecto del
Transponder, un equipo que permite individualizar en el radar del control de
tránsito a los aviones en vuelo, sería muy extraño que se haya “apagado”. Esa
sospecha habría surgido a partir de los portales especializados en el
seguimiento de los vuelos en sus versiones gratuitas, las cuales no suelen ser
tan precisas como las pagas o premium. De cualquier manera, sería raro y sin
demasiado propósito que eso haya sucedido en el vuelo de Córdoba a Ezeiza,
además, el radar primario de Ezeiza estaba funcionando por lo que se podía
realizar un cierto seguimiento de la trayectoria del avión.
Las preguntas que
surgen de este episodio son muchas, varias de ellas serán respondidas por la
investigación judicial en curso, otras ya habrán sido dilucidadas por los
servicios de inteligencia de las naciones que estaban preocupadas por el vuelo
del YV3531. En lo burocrático, la ANAC debe brindar todos los detalles que
obren en su poder o responder por qué no los tiene. Lo mismo deberán hacer las
autoridades de los aeropuertos respecto del GEDEC.
En el Paraguay ya
fueron removidos de sus cargos dos funcionarios de la Dirección Nacional de
Aeronáutica Civil (DINAC) y un funcionario del Aeropuerto Luis Afar.
Otra paradoja argentina
es que la autoridad aeronáutica, entendida esta como ANAC, más la Empresa
Argentina de Navegación Aérea (EANA) y el Ministerio de Seguridad es
prácticamente sofocante por el exigente control de las aeronaves de trabajo
aéreo –especialmente aeroaplicación– que operan al norte del paralelo 29º S,
conocida como Zona de Identificación de Defensa Aérea. Sin embargo, las
irregularidades más graves parecen registrarse en aeropuertos claves.
La famosa valija de
Antonini Wilson se detectó porque el pasajero ingresó por un sector de
Aeroparque distinto al que debía; tal vez el vuelo de EMTRASUR quedó “al
descubierto” porque una densa niebla cubría Buenos Aires. Ironías
del destino.
Publicado en diario Perfil.
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