Partidos nacionales, coaliciones y conglomerados electorales
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


No hay nada nuevo si decimos que los partidos políticos tradicionales cada vez significan menos en el actual contexto si queremos identificar un programa, un dirigente y una agrupación de personas con los mismos ideales y un sentido de lucha por el poder. Por eso durante mucho tiempo aparecieron nuevas categorías de análisis electoral.
 
Por esto, desde fines de los 90, la emergencia del FREPASO (Frente País Solidario) rompió el bipartidismo y después del 2001 se resquebrajó la relación de representatividad democrática, quedando para el resto de la década del 2000 amplias coaliciones electorales con fines a acceder al poder.
 
Aquí insistiremos en la idea de ajustar estas descripciones y reflexionar sobre el escenario de negociaciones en donde las internas y las primeras elecciones provinciales se asoman como grandes instancias de competencias personales lejos del ideal que alguna vez se pensó serían útiles.
 
Hoy, las formulas ya ganadoras en las provincias y las que comienzan a ensayarse para entrar en competencia y que serán legitimadas para las elecciones presidenciales nos muestran unos aspectos muy interesantes:
 
1- Outsiders monotemáticos que como buenos productos mediáticos juegan a la alta política pero no pueden asegurar un barrio en términos de coordinación y trabajo de campo electoral y control en las elecciones. Son, en términos de Scolari, un snack cultural.
 
En términos políticos para esta reflexión se muestran cómo un auspicioso snack político y contracultural. Estaría faltando maduración y músculo político para los cambios que se ofertan dado que son radicales.
 
2- La multiplicidad de candidaturas refleja pluralidad pero también debilidad en cuanto no logran consolidar una propuesta. Como lo habíamos dicho con anterioridad en otra columna, las coaliciones perdieron autenticidad y eso muestra débiles identidades pero también la desesperación por acceder a cargos sin mirar siquiera capacidad, equipos, habilidades y competencias para la administración pública en contextos de alto riesgo y cercana crisis.
 
3- La polarización creciente ha perdido los bordes de lo esperable y hoy los discursos antagonistas por naturaleza se muestran cartas inesperadas. Muchos sufren por un spot de la elección anterior en donde criticaba a su compañero/a actual de formula y otros sufren en tanto le endilgan conspiración por tentativa de muerte. Es decir, las campañas falsas y las negativas serán las campañas de este año electoral.
 
4- En relación a lo anterior, la pobreza discursiva es llamativa. Se enuncian grandes y elocuentes cambios pero son opacos en los detalles. Es un desafío enorme comunicar la complejidad de las medidas que se requieren tomar pero esto no pueden ir en desmedro del esfuerzo y la obligación republicana de comunicación pública de cada dirigente y sus planes de gobierno.
 
5- Sin lugar a dudas, lo mejor siempre para el final, la frutilla del postre son entonces las coaliciones que ahora son conglomerados electorales de todos juntos contra todo el resto. Las alquimias en las formulas presidenciales y de gobernador que se sustentan en acuerdos con micro partidos que eran impensables que pudieran acompañar esas formulas están a la orden del día.
 
 
Para ejemplificar: ¿podíamos pensar hasta no hace mucho en la posibilidad de una fórmula que lleve a dirigentes del Pro, con Socialistas, apoyados por Radicales, un par de micro partidos provinciales, una fracción del PJ que fue parte del FREPASO y unos dirigentes barriales de La Cámpora desencantados con el gobierno nacional?
 
No, pero hoy es posible y hasta en algunos casos real y tangible sin otra posibilidad de rápida y efectiva conformación ante un fenómeno opuesto en donde un oponente se aglutine pragmáticamente con más fuerzas y que radicalice y viralice su sobreoferta electoral. Si esto último ocurre, estamos ante liderazgos que además se mostrarán con tendencia autoritaria y hasta irresponsables en la gestión, algo muy común en el nivel provincial.
 
Por todo lo anterior, más que coaliciones partidarias estamos hoy ante coaliciones personales -si son prolijas o mantienen alguna grado de cohesión ideológica- o ante los nuevos y desesperados conglomerados electorales en donde la cohesión ideológica es casi inexistente y sólo son acuerdos que aúnan cabezas y un número factible que permita acceder al poder en cualquiera de los niveles de gobierno.
 
Todo este escenario se nos acerca y no es bueno en tanto los resultados para las fórmulas electas en cargos ejecutivos y en las legislaturas y el Congreso nos pueden dar una futura imagen de la inexistencia de poder real de gobernabilidad. A la poca capacidad de acción estatal se sumará la dificultad de alcanzar acuerdos rápidos y de enorme trascendencia, y una fragmentación de partidos que los vuelven etiquetas -de paso y oportunismo- alejadas de la convicción o la responsabilidad.
 
La tendencia política hacia fugaces conglomerados electorales no hace más que reflejar la crisis social y cultural del país y la falta de renovación y novedad electoral con real capacidad de gobernabilidad.
 
 
 
Publicado en Perfil.





 

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