Redescubriendo los triunfos intelectuales de Escocia: las raíces de la libertad y el progreso
Alvaro Vargas Llosa
Director del Center for Global Prosperity, Independent Institute. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Durante las últimas décadas, las vicisitudes de la política del Reino Unido han proyectado sobre el mundo una imagen estrecha de Escocia como un semillero de socialismo y nacionalismo, un ámbito donde el victimismo y el provincianismo reinan supremos. Leyendo los titulares, es fácil ignorar, a menos que uno se encuentre algo familiarizado con la historia y la tradición intelectual del país, y el eminente lugar que ocupa Escocia en el mundo académico de la ciencia y las ciencias sociales, la contribución de este país a la civilización y a la cultura de la libertad.
Mientras conduzco con mi hijo y mi hija, y con la novia de mi hijo, por diversas partes de las tierras bajas y altas de este fascinante país, dotado por la naturaleza de un paisaje natural hipnotizante, no puedo evitar pensar que el discurso político escocés, y la imagen de la política escocesa por parte de los foráneos, han hecho escasa justicia a su trascendencia en la cultura occidental.
Una discusión detallada va más allá del alcance de este artículo de blog, pero permítanme citar algunas de las contribuciones escocesas que deberíamos tener en cuenta cuando pensamos en Escocia.
Una es la tradición de la descentralización, un orden social relativamente libre del poder político centralizado. En virtud de que Escocia no fue romanizada como Inglaterra, las ciudades y aldeas no fueron planificadas, sino que surgían espontáneamente como asentamientos en torno a castillos o iglesias. El rey David estableció los primeros burgos a principios del siglo XII. Estaban ligeramente delineados y no fuertemente fortificados y, salvo por los tributos y algunas limitaciones, eran relativamente libres del control de la corona.
Aunque existían restricciones, su finalidad esencial no era la regimentación social, sino el intercambio y el comercio. Los campesinos podían dejar atrás los rigores de la tierra y practicar un oficio. Emergió una intensa actividad comercial, incluido el comercio exterior. Los siglos XVI y XVII los vieron prosperar y disfrutar de su mayor grado de libertad.
Otro hito en la contribución de Escocia al liberalismo fue la Reforma. Sus reformas calvinistas, con su marcada visión presbiteriana, potenciaron el poder del individuo frente a la centralización de la religión tradicional. El gran humanista George Buchanan es tal vez la figura intelectual más destacada de aquel periodo. Atacó los privilegios del clero y acabó uniéndose a las iglesias protestantes reformadas, y su doctrina de que el poder político emanaba del pueblo y que los reyes estaban obligados por el consentimiento de sus súbditos promovió las ideas del gobierno limitado y la igualdad ante la ley.
La Ilustración escocesa, por supuesto, fue otro hito. Extrañamente, no fue hasta las décadas de 1950 y 1960 que empezó a estudiarse en profundidad y que la extraordinaria importancia de esta escuela (utilizo el término de forma imprecisa dadas las grandes diferencias entre sus científicos y escritores) comenzó a ser ampliamente reconocida en el mundo académico. Aunque se destacaron en muchos ámbitos, incluidas las ciencias naturales, su impacto en la filosofía moral y la economía política fue particularmente revolucionario.
Basándose en las obras de otros, como Mandeville, exploraron la interacción de la emoción y la razón, el interés propio y la compasión, la búsqueda del bienestar material y el orden social, de distintas maneras, a menudo opuestas. Pero todos ellos convergieron en esta importante y contraintuitiva observación: que sólo la observación de los fenómenos sociales, más que la creencia en el derecho divino o el contrato social, puede ayudar a identificar las claves del progreso social y que las acciones y las actividades de los hombres y grupos de hombres tienen consecuencias no deseadas para el desarrollo de las instituciones y el orden social. En este sentido, las ideas de Hayek acerca de la evolución de las instituciones y la sociedad tienen una gran deuda con los escoceses.
En las célebres palabras de Adam Ferguson, “...las naciones tropiezan con instituciones que ciertamente son el resultado de la acción humana, pero no la ejecución del designio humano”. Esta verdad trascendental podría ser verificada en muchas áreas, incluida la economía, donde la "mano invisible" de Adam Smith servía de metáfora perfecta de las consecuencias involuntarias que implicaban el progreso.
La Ilustración escocesa no hubiese sido posible sin las diversas tradiciones escocesas y su bien desarrollado entorno académico. Cuando se produjo la unión entre Inglaterra y Escocia a principios del siglo XVIII, Inglaterra sólo contaba con dos universidades, mientras que Escocia tenía cinco. Por no mencionar la relativa libertad con la que los académicos podían dedicarse a la investigación y al descubrimiento intelectual, en muchos casos con el apoyo de la Iglesia, a diferencia de otros lugares de Occidente donde aún regían el oscurantismo religioso y político y la censura.
No deseo idealizar ni exagerar el pasado de Escocia o sus contribuciones al liberalismo. Entre sus muchas tradiciones, hay sombras y también luces, por supuesto. Pero ningún relato sobre el lugar de Escocia en el mundo, y ninguna estadía en estas orgullosas tierras, están completas sin reconocer la deuda que aquellos que amamos la libertad tenemos para con este país.
Traducido por Gabriel Gasave
El original en inglés puede verse aquí.
Álvaro Vargas Llosa es Académico Asociado Senior del Centro Para la Prosperidad Global del Independent Institute. Sus libros del Independent incluyen Global CrossingsLiberty for Latin America y  The Che Guevara Myth.
 

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