La oda al sacrificio de Milei
Alvaro Vargas Llosa
Director del Center for Global Prosperity, Independent Institute. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Uno está acostumbrado a oír a las multitudes gritar "No hay plata" o algo parecido en las plazas públicas. Significa que la gente está enfadada con su gobierno y desea que las autoridades pongan remedio a sus penurias mediante la redistribución de la riqueza devolviéndosela a ellos ("devolviéndosela" porque los ricos han obtenido su riqueza a costa de ellos). Uno no está acostumbrado a oír a las masas corear "No hay plata" para expresar su atronadora aprobación de un presidente entrante que acaba de anunciar que desencadenará sobre ellos la terapia de “shock” más brutal de la historia del país para remediar una catástrofe fiscal y monetaria heredada. Esto es precisamente lo que ocurrió el domingo 10 de diciembre frente al Congreso de Argentina cuando Javier Milei, el autoproclamado líder libertario, pronunció su discurso de investidura y ofreció años del equivalente a "sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor" en términos de austeridad gubernamental al que posiblemente sea el país más proclive al populismo del hemisferio occidental.
No podemos saber en este momento si Milei tendrá éxito en virtud de que las probabilidades en su contra son monumentales: una economía desastrosa, instituciones laceradas, una minoría parlamentaria ínfima, niveles récord de delincuencia y una oposición peronista que en el pasado ha logrado perturbar o derrocar a presidentes no peronistas y, subsecuentemente, retornar al poder.
Pero Milei comprende la magnitud de lo que le depara el futuro y ha iniciado su mandato con la clara intención de desmantelar el legado estatista. Sólo por eso merece cierto crédito, y Argentina merece estar en el radar de todos aquellos interesados en el fascinante proceso de desarrollo socioeconómico.
El plan, tal como lo explicitó, consiste en reducir drásticamente el gasto público y deshacerse del banco central (una vez eliminados sus enormes pasivos remunerados), desregular amplios sectores de la vida económica y social, eliminar los obstáculos y controles que sofocan el comercio y la inversión nacionales y extranjeros, y cortar los lazos mercantilistas entre las empresas y los sindicatos, por un lado, y el gobierno, por otro. Si logra una parte significativa de lo que expuso en su discurso inaugural, sus reformas podrían pasar a la historia como comparables a las emprendidas por Roger Douglass y Ruth Richardson en Nueva Zelanda en la segunda mitad de los años ochenta y principios de los noventa, respectivamente, la transformación de Gran Bretaña por Margaret Thatcher en los ochenta, la revolución fiscal de Irlanda a principios de los noventa o el cambio abismal hacia el libre mercado de Estonia en esa misma década.
La magnitud de lo que ha heredado es alucinante. El déficit fiscal asciende al 15% del producto bruto interno: un tercio en manos del Tesoro y dos tercios en las del Banco Central, que ha actuado bajo los peronistas como un Tesoro paralelo. No sorprende entonces que la deuda del gobierno ascienda a más de 400.000 millones de dólares, para no mencionar otros 100.000 millones de dólares (ambas cifras billones en inglés) que adeudan el tesoro, el banco central y la empresa petrolera estatal en diversas otras formas.
¿Cómo abona el banco central los intereses de la deuda de corto plazo? A través de la impresión de toneladas de más pesos, por supuesto, lo que inutiliza todo el propósito de la esterilización monetaria. Periódicamente, los bancos refinancian la deuda, y así sucesivamente. (A medida que se acercaba la fecha de la transición hacia un nuevo gobierno, comenzaron a canjearla por papeles aún más líquidos). A esto se debe que Milei advirtiera en su discurso que, en ausencia de medidas fiscales y monetarias drásticas, Argentina, cuya inflación es del 150 por ciento en la actualidad pero que se está acelerando rápidamente y alcanzará un 300 por ciento anualizado a principios de 2024, se enfrentaría a una inflación del 15.000 en un futuro no muy distante.
En muy poco tiempo, este país, uno de los diez más ricos a principios del siglo XX, tendría una tasa de pobreza del noventa por ciento. Tras doce años de nulo crecimiento económico, la cifra actual se sitúa ya entre el 40 y el 45 por ciento. Sólo seis millones de argentinos (de una población de algo menos de 46 millones) tienen un empleo formal.
El último trabajo que uno desea es ser presidente de Argentina en esta coyuntura. La mejor de las suertes, presidente Milei.
Traducido por Gabriel Gasave
El original en inglés puede verse aquí.
Álvaro Vargas Llosa es Académico Asociado Senior del Centro Para la Prosperidad Global del Independent Institute. Sus libros del Independent incluyen Global CrossingsLiberty for Latin America y  The Che Guevara Myth.
 

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