Ahogados por la deuda: el dilema económico de la Argentina
Alvaro Vargas Llosa
Director del Center for Global Prosperity, Independent Institute. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Tiene las tasas de interés más altas del mundo (el banco central las ha subido recientemente al 133 por ciento) y, al mismo tiempo, dada su tasa de inflación, las tasas reales más bajas entre las cuarenta mayores economías del mundo (se espera que la inflación alcance el 190 por ciento). El peso ha perdido más del setenta por ciento de su valor en doce meses, y el presidente del país ha iniciado una demanda penal contra el principal candidato a la presidencia, Javier Milei, por afirmar que los argentinos no deberían renovar los depósitos a plazo fijo en moneda local porque los pesos no pueden valer ni "excremento ". Dado que existen, en teoría, estrictos controles de capital y el único tipo de cambio legal es el oficial, comprar dólares fuera del sistema gubernamental es ilegal. Aun así, todo el mundo lo hace, provocando que el tipo de cambio de mercado sea algo menos del triple del legal.
Detrás de todo esto hay una cantidad colosal de gasto fiscal y deuda. La falta de acceso al crédito externo y la imposibilidad de subir aún más los impuestos (el impuesto a las ganancias se lleva ya cada año el cien por cien de los beneficios de las empresas más un bocado de sus activos) implican que la única forma de financiar al gobierno sea imprimiendo dinero. El disparatado volumen de pesos impresos para sostener un sistema basado en el clientelismo y la corrupción llevó a las autoridades monetarias a emitir deuda a corto plazo y ofrecerla a los bancos comerciales a fin de absorber parte de los pesos y evitar que la economía alimentase la inflación, ya sea mediante la adquisición de bienes o a través de la compra de dólares.
La deuda es constantemente renovada, y el ciclo es reiterado continuamente. Pero espere, la cosa se pone aún mejor: para que ese papel sea mínimamente atractivo, el banco central ofrece a sus acreedores las tasas de interés nominales más altas del mundo. ¿Y cómo paga los intereses de esa deuda? Imprimiendo pesos, por supuesto, desvirtuando así el propósito de emitir deuda a fin de "esterilizar" el exceso de pesos.
Dada la constantemente cambiante realidad monetaria y cambiaria, es difícil calcular el importe exacto de la deuda que debe el banco central en dólares estadounidenses. Es al menos tres veces la base monetaria, que estimaciones creíbles calculan que equivale a unos 10.000 millones de dólares (billones en inglés).
Todo esto, y en particular la propuesta de Milei de convertir al dólar en la moneda de curso legal de su país y abolir el banco central, ha suscitado un importante debate en la Argentina. Mientras algunos apoyan la dolarización, otros prefieren dejar que el mercado decida en una competencia de monedas. Aquellos que se oponen a la dolarización pero apoyan algún tipo de libertad monetaria argumentan que no hay suficientes dólares para canjear los 21 billones de pesos (trillones en inglés) que el banco central debe a los bancos comerciales y a otros.
Por el contrario, aquellos que están a favor argumentan que todo el proceso, como ocurrió en otros países que dolarizaron oficialmente sus economías, es gradual y se basa en la credibilidad. La transición, sostienen, no requeriría el canje de cada peso de la noche a la mañana. Una vez que la gente confíe en el gobierno, los miles de millones de dólares que los argentinos tienen fuera del sistema (el equivalente a cerca de la mitad del producto bruto interno del país) saldrían de las sombras o regresarían a la Argentina. Intuyo que en cualquiera de los casos, el gobierno, ya incapaz de pagar su deuda externa y sin acceso a más crédito, no será capaz de cancelar toda su deuda interna y en última instancia tendrá que imponer a sus acreedores un importante recorte.
Pero mi propósito aquí no es el de entrar en este debate. Es tan sólo señalar que la magnitud de la crisis es tal que Argentina está debatiendo por fin lo que debería haber estado debatiendo hace mucho tiempo: cómo quitarles a los políticos la facultad de decidir sobre su dinero.
Traducido por Gabriel Gasave


El original en inglés puede verse aquí.
Álvaro Vargas Llosa es Académico Asociado Senior del Centro Para la Prosperidad Global del Independent Institute. Sus libros del Independent incluyen Global CrossingsLiberty for Latin America y  The Che Guevara Myth.

 

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