La casta financiera nunca pierde
Dardo Gasparré
Economista.
En la semana se conoció un comunicado del presidente del Banco Central afirmando que las Leliqs no son un problema sino una oportunidad.
Casi simultáneamente tanto ADEBA, la asociación de bancos privados de Argentina, como ABA, que representa a los bancos privados de origen extranjero, emitieron sendos comunicados explicando que las Leliqs no son una bomba a punto de explotar y que representan un desafío para el nuevo gobierno.
Como estas afirmaciones pueden ser interpretadas como una especie de aval, o garantía de pago o inmunidad, sería bueno conseguir una fotocopia legalizada de estos documentos, para el caso de que las afirmaciones no tuvieran correlación con la realidad, a fin de reclamar judicialmente a sus autores si resultase que sí son una bomba, junto con todo el resto de la deuda local del estado.
También esta aseveración recuerda mucho el estilo Kicillof, cuando aseguró tantas veces (antes de capitanear el naufragio) que su accionar financiero estaba perfectamente ponderado y estudiado.
Se entiende que los bancos hagan este alegato, sobre todo si se presta atención al párrafo que dice “será un desafío para el nuevo gobierno, que no se deberá afrontar con atajos o soluciones creativas, ya que atrás de las Leliqs están los depositantes y la confianza en el sistema financiero”.
Papelitos del Estado
Las Leliqs, como se ha recordado aquí en línea con muchos economistas especializados, son un encaje remunerado. Es decir, el Banco Central “coloca” en los bancos privados semanalmente las Leliqs a cambio de sus encajes (la contrapartida técnica de los depósitos) pagándoles por ello una alta tasa de interés. O sea que quien quiera colocarse o prestarse a un banco privado un plazo fijo, tiene como única seguridad y garantía esos papelitos del Estado.
Los bancos, que por miedo, conveniencia o especulación licitaron y compraron esas Leliqs, tienen particular interés en que el Estado, la sociedad, o usted, lectora, tome a su cargo el pago de esas Leliqs o las transforme mágicamente en un instrumento confiable. Ello es porque, al mismo tiempo, esas entidades reciben depósitos a plazo fijo de sus clientes, cuya supuesta garantía son esas letras, como ya se ha explicado en este espacio.
Está claro que una decisión colectiva de sus clientes de retirar los plazos fijos en pesos sea para comprar dólares, latas de atún o autos, crearía una corrida bancaria que los bancos no podrían aguantar con su capital. De modo que tiene sentido, o al menos explicación, ese súbito intento de transformar un desopilante error conceptual y operativo en una oportunidad, o en un desafío.
Cuando las entidades bancarias ponen énfasis en que detrás de las Leliqs están los depositantes y la confianza en el sistema financiero, también defienden su pellejo, que curiosamente ellos mismos se ocuparon de arriesgar al comprar o aceptar papeles de un insolvente universal. También se ha destacado en esta columna ese hecho.
Pero si se analiza más profundamente las intenciones, una vez más, como tantas otras en cada crisis, los grandes oportunistas tratan de que la sociedad se haga cargo de los efectos de sus aventuras. Y el término aventura está usado con plena intención. También se ha explicado aquí el concepto del Moral Hazard, o sea que se pretende que alguien se haga cargo de los errores de decisión de quienes prestaron a alta tasa a quien constituía un riesgo crediticio que nadie quería tomar, y por eso pagaba intereses descomunales.
Para que el lector entienda lo que quiere decir Moral Hazard, es como si usted contratara un seguro el día siguiente al que los chorros le roban el auto. El chiste es que en este caso la compañía de seguros es la sociedad. Los agricultores, los productores, los jubilados, los trabajadores.
Al mejor estilo empresarial nacional, los argumentos que se esgrimen son que se trata de dinero de los depositantes, y que no cumplir esas obligaciones significaría poner en juego la confianza sobre el sistema financiero argentino. Esto último, luego de haber generado la mayor desconfianza de la historia con los defaults y la emisión de pesos desaforada.
El razonamiento también tiene relación con que los bancos tomaron depósitos a plazo fijo como contrapartida de esas Leliqs, por los que pagaron iguales altos intereses. El argumento es entonces que no pagar esas deudas o crear una especie de plan Bonex, o sea reemplazar esos plazos fijos con algún formato de bono de deuda del Estado a mediano plazo en dólares, debería trasladarse también a los tenedores de plazos fijos y hasta de los depositantes en general.
El planteo en cuestión condiciona a cualquier gobierno futuro y lo condena a pagar esta deuda, como alguna vez (o varias) pasó con los llamados dólares futuro, otro caso de Moral Hazard. Como también es Moral Hazard salvar del riesgo crediticio a quienes le prestaron en pesos al Estado, a cambio de grandes intereses que aliviaron notoriamente los efectos de la inflación. Estos comunicados unánimes pretenden que paguen por las inversiones de quienes se protegieron de la inflación, los que sufrieron dramáticamente los efectos de la inflación, por ejemplo los jubilados y los asalariados.
No existe ni en el mundo privado ni en el mundo público, un sistema de quiebras en que las deudas en una moneda determinada tengan un tratamiento diferencial al resto de los acreedores. Por otra parte, tampoco es cierto que se trata de modestos ahorristas, (lo que podría ser solucionado con alguna clase de tope), sino que se trata de una metodología financiera, un recurso más de inversión, diversificación o especulación.
Mary Poppins
Como si fueran los banqueros de Mary Poppins, la solución de las entidades bancarias es emitir o poner más impuestos o retenciones para salvarlas de las consecuencias de sus decisiones y toma de riesgos. Moral Hazard. La amenaza con la que presionan es la quiebra del sistema bancario en su defecto. O la quiebra de todo el sistema. El too big to fail, que es el padre de varias olas de emisión en Estados Unidos.
Como, además en los últimos meses, y en lo que falta para su defenestración, Sergio Massa viene saboteando el futuro de la república con sus desesperadas y delirantes medidas -si no deliberadamente dañinas- esta nueva hipoteca retroactiva que plantea el sistema bancario demora por varios años cualquier sueño de recuperación o salida de la crisis y la miseria. Otro obstáculo para el nuevo gobierno no importa cuál fuere.
No hay manera de prever lo que ocurrirá con las Leliqs y los plazos fijos, si habrá una corrida bancaria o no, y si en tal caso se tendrá éxito en evitarla o controlarla. Tampoco con los depósitos bancarios en general si se dolarizara. El mejor símbolo es lo que ocurre con el gobierno, dando palos de ciego para obligar a la población a comportarse como a él le guste, una contundente demostración de lo que planteara Hayek en su Camino de Servidumbre. Hay que enfocarse en las causas, no en los efectos. Negar las causas lleva al totalitarismo del cepo. O al Moral Hazard.
Otro peligro
Hay otro peligro igual o peor. La propuesta de dolarización, ahora suavizada, transformada en un objetivo a mediano plazo, afortunadamente, con alternativas que pueden ir cambiando según lo que vaya ocurriendo, junto a la propuesta de bimonetización, que también requiere un período de trabajo previo de estabilidad y ordenamiento, con lo que se vuelven parecidas, y que tienen ambas el Rubicón de las Leliqs y los Plazos fijos, más los efectos fatídicos de la emisión de los últimos meses, que todavía no empezó a impactar sobre la economía, han reflotado la figura de los supuestos financistas o banqueros internacionales, de los amigos de los Hedge Funds, (fondos de riesgo) de los pretendidos conocedores del mundo financiero internacional, de los que ofrecen contactos y afirman que tienen miles de millones de dólares que se les han ofrecido de nueva deuda para resolver el interregno. Interregno que ya lleva decenas de años.
¡Cuidado! Se imbrican en los partidos, se trepan a cargos de importancia, se muestran como los expertos en un mundo misterioso, contabilizan ofertas salvadoras, contactos providenciales, relaciones políticas, generosos prestamistas que están dispuestos a aceptar el riesgo argentino. Suponiendo que algo de eso se concrete, ni una sola de esas supuestas relaciones salvadoras harán nada que sea favorable a Argentina. Basta ver el listado de juicios perdidos o a perderse en los tribunales internacionales o en el CIADI.
Habrá que recordar que hasta Macri confió en un reconocido cuevero para las negociaciones internacionales financieras. Lo mismo está ocurriendo ahora. Nada puede equivocar más a un gobierno que intente salir del abismo que confiar en esos encantadores. El futuro es duro, no providencial ni mágico. Será inteligente no perder el tiempo y la oportunidad, o dinero, escuchando a más curanderos.
Eso incluye explicarle a Milei que una hiperinflación -como acaba de implicar al referirse a una mayor devaluación- facilitaría la dolarización, al destrozar del todo al peso y posibilitar cambiarlo por chauchas y palitos. Pero también aniquilaría a la sociedad.
Tener esa prudencia y evitar esos errores fatales también es creer en los mercados. Y de eso parece tratarse. De todos modos, aunque la palabra moleste, hay que esperar un largo gradualismo. La clave es para hacer qué.
Publicado en La Prensa.
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