Tras el discurso: juegan las negras
Dardo Gasparré
Economista.


El discurso de ayer del Presidente refleja lo que ha sostenido siempre. Los primeros 40 minutos de la entrega se dedicaron a machacar crudamente sobre los males que dejaron como herencia las políticas estatistas, proteccionistas y de planificación central que han guiado al país en los últimos 100 años, ampliadas por el peronismo franquicia Kirchner en los últimos 20 años que culminan en la sinusoide diabólica del último año bajo la regencia de Sergio Massa, una canallada que merecería la cárcel eterna.
Quizás la única diferencia sea el énfasis que puso en la descripción del grado de corrupción en que han sumido a la sociedad argentina la filosofía mussoliniana de Perón y la Cepal, más la descarada arrebatiña de las últimas dos décadas. La columna ha instado varias veces a comprender la gravedad de la telaraña de corrupción que ha atrapado a la patria de Borges y Alberdi que le impide adoptar cualquier política decente, de modo que aplaude que el Presidente exponga con tanta contundencia la debacle ética del país, que es objeto de negación o relativización. 
El resto fue nada más que una ratificación de sus ideas, donde no hizo concesiones a la hora de acusar de delincuente y ladrona a la casta que estaba tan claramente representada en los escaños del Congreso al que se dirigía. Fue un hallazgo la comparación de la destrucción de la educación en términos sociales, con la emisión para financiar gastos en términos económicos. Deseducación e inflación, dos senderos que conducen directamente a la pobreza y la esclavitud.

LOS LOGROS

También fue potente la enumeración de los logros del Gobierno en estos 82 días, si bien está claro que mucho de esos logros se debieron al simple cambio de expectativas y aún hay que llevar a la práctica muchos anuncios que son hoy apenas enunciados de decisiones. 
Asimismo, fue interesante que por primera vez hiciera una diferenciación entre los jubilados graciosamente sin aportes, y los que se jubilaron con aportes plenos, una distinción de toda justicia, a pesar de que en la práctica no se ha reflejado aún en las medidas de la Anses, que sigue castigando más a los jubilados legítimos que a los que obtuvieron el obsequio del retiro rentado sin aportes, regalo culpable del drama del sistema. Al menos una reivindicación moral. Inútil, como todo campeonato moral, claro. 
Fue también gratificante el envío al Congreso de la Ley Anticasta, con la mención al cierre de Telam, que se debería extender a parte importante de las seudoempresas del Estado, o como se quieran encuadrar. Es de esperar que no se recurra a la relocalización de su personal en otras áreas, igualmente inútiles. Merecen destacarse además las promesas de prisión para los funcionarios que participasen de una emisión monetaria para financiar gastos, los límites en el número de asesores de los legisladores, las elecciones y topes de reelecciones de los sindicalistas, y sobre todo, la posibilidad de permitir con preeminencia sobre los convenios colectivos los acuerdos laborales por empresas, que puede redundar en beneficio de las Pymes, entre otras ventajas. 
Difícilmente logre que se aprueben la eliminación del financiamiento a los partidos políticos y buena parte de los otros cambios, pero logra volver a poner en evidencia la negativa de la oposición a apoyar un cambio imprescindible. Su apelación a despegarse del concepto del poder por el poder mismo y a presentarse como alguien que está dispuesto a inmolarse por el bien del país es una argumentación poderosa, que tal vez no logre resultados concretos, pero sepulta más a quienes se oponen a todo cambio. Conllevarán la lápida de la Casta para toda la vida. 

Al ataque del nuevo

El Presidente ha vuelto a alinear sus piezas y comienza de nuevo el ataque. Convoca a un Pacto Federal a firmar el 25 de mayo en Córdoba, para establecer 10 políticas de Estado que son imprescindibles e ineludibles pero que ya sabe que son imposibles de acordar, y sobre lo que él mismo asegura tener pocas esperanzas. Sin contar con la larguísima discusión sin acuerdo posible que implica cada una de ellas. Tiene la virtud de mostrar su férrea voluntad y desapego al poder y al boato, y al mismo tiempo de volver a poner en evidencia a sus oponentes y destituyentes, a quienes nombró taxativamente.
“Demuéstrenme que estoy equivocado”, dice en una actitud de modestia que sirve para destacar que sus adversarios no tienen ninguna idea superadora, ni de ninguna otra clase. 
Pero hace otra movida. Cobra un ticket de entrada al pacto de la Moncloa de cabotaje: los gobernadores & amigos que quieran participar deben aprobar previamente la Ley Bases, con una negociación que hace a la luz pública: contra ese apoyo hay un paquete de alivio fiscal a las provincias. La columna no puede criticar esta idea, porque hace mucho sugirió al Presidente “sentarse sobre la caja” y negociar en un toma y daca la aprobación de ciertas leyes, del modo más prosaico que se conoce. Es decir del modo peronista-radical. 
Ahora los gobernadores, apretados por la ley presupuestaria que el propio kirchnerismo inventó y por la estupidez de Massa que no presentó el presupuesto 2024 por conveniencias circunstanciales (que transforma en no coparticipable buena parte de la recaudación) y eliminó un impuesto sin eliminar los gastos concomitantes pueden llegar a tener que despegarse del mandato de sus propios partidos. Responden, al fin y al cabo, a la ambición y el deseo de poder de los que ayer los acusó en la cara Milei. 
Si la ley de Bases es aprobada, el camino hacia los diez puntos del pacto de Mayo se allana, y serán aplicados aunque no haya pacto alguno. Ese es el malabarismo escondido detrás de la idea. Quienes creen que este llamamiento significa que Milei está dispuesto a negociar, se confunden. Milei está dispuesto a pagar, no a negociar. Él mismo lo dijo:  “el cambio no se negocia”.
 El primer mandatario marcha en camino de otro triunfo político. No es posible visualizar en este momento cuál será el rédito o los logros políticos que ese triunfo le dará. Pero ciertamente la casta está arrinconada. 
El tono mesurado y presidencial del discurso, no alcanzó a disimular la enorme fuerza de voluntad de Milei, atributo que suele ser muy útil a la hora de imponer cambios revolucionarios en la política y el estilo de un país. Acaso más que la persuasión o el carisma. 
Milei cree, y desde su modesto puesto esta columna también, que  la Argentina volverá a ser un país trascendente si retoma el camino del capitalismo, de la libertad, de la competencia, de la decencia y del respeto de la propiedad privada y de la vida. Si usted prefiere llamar a esos principios Fuerzas del Cielo, es su decisión, y la del presidente. 
El discurso fue sólido, convincente, valiente y patriótico. Si se tuviese que hacer un escueto resumen, habría que decir: jaque de las blancas, ahora mueven las negras.  En ajedrez todavía no se les llama afroamericanas. 

Publicado en La Prensa.

 

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