Por qué algunos expertos critican la comunicación del presidente Javier Milei
Diego Dillenberger
Director de la revista Imagen y conductor de La Hora de Maquiavelo.
“Treinta sería un numerazo”: el presidente Javier Milei se refería días atrás a la inflación de diciembre, que resultó 25,5 por ciento, como informó el INDEC el jueves. Según el propio Presidente, esperaba incluso “45 por ciento”. ¡Bingo! La inflación salió mucho más baja de lo que pronosticó el propio mandatario, aunque -previsiblemente- se ubicó en el nivel más alto del mundo: era imposible esperar otra cosa después de la brutal devaluación del peso frente al dólar “oficial”, que el gobierno anterior había dejado en un valor totalmente ficticio.
La táctica que aplicó el gobierno debía funcionar así: pronosticar una inflación más alta en diciembre, que es el mes compartido con el gobierno anterior de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, para que la mayor parte de la suba de precios se diera en ese mes de transición. La “inflación pura de Milei” se contabilizaría a partir de enero, así que mejor que se adelanten las remarcaciones en diciembre. Y, si al final el número de diciembre daba menos, porque el propio Presidente lo había exagerado en sus pronósticos, anotarlo como un primer triunfo.
¿Fue buena idea? ¿Cuánto menos habría sido la inflación real que sufrieron los argentinos en diciembre, si el propio gobierno no generaba expectativas tan desmedidas de que el número sería mucho más alto? ¿Cuántas empresas y comercios escucharon atentamente al Presidente hablar de 30 o 45 por ciento y -por si las moscas- remarcaron sus precios por encima de ese valor?
Después de todo, la Argentina lleva la remarcación en su ADN desde la caída de la Convertibilidad: una generación entera de carreras de devaluaciones, alzas de precios, reclamos salariales y nuevas rondas de remarcaciones en las que siempre gana el que se anticipa.
Quién iba a dudar de que la inflación sería más alta de lo que fue finalmente, si, después de todo, lo anunciaba el primer presidente economista de la Argentina: en cualquier tema económico, si Milei decía “carnaval”, habría que “apretar el pomo”.
El problema: cada punto adicional de inflación vuelve a sumergir a miles en la ya monumental pobreza que heredó el gobierno. Es un dilema, más que económico, comunicacional. Y en un país en grave crisis, la comunicación de la economía es tan importante como la misma política económica.
“Mala, improvisada, amateur”
Así calificaron la comunicación del gobierno del presidente Milei en los primeros 30 días de su gestión desde un panel de 122 comunicadores profesionales. La nota que le pusieron los expertos -del 1 al 10- fue de cuatro: tiene mucho para mejorar.
Los profesionales quedaron alarmados por un episodio menor pero que encendió luces rojas sobre la capacidad comunicacional de Milei y su equipo, ahora que ya no está más en campaña sino al frente de un país en grave crisis: ante una información “de color” de la periodista Silvia Mercado, de que los cuatro perros del Presidente ya estarían en la Quinta Presidencial de Olivos en el proceso de mudanza del mandatario del Hotel Libertador a la residencia presidencial, Milei reaccionó de manera desconcertante por X (ex Twitter): “Es escandalosa la impunidad con la que inventan y operan mentiras algunos periodistas (en especial la que emite la noticia quien hace este tipo de cosas regularmente). Ninguno de mis perros está en Olivos”, escribió Milei al instante rematando con otro posteo: “Sería bueno que el periodismo le dedique un poco más de tiempo a los graves problemas del país y a la necesidad de aprobar las reformas para evitar la crisis que heredamos y menos tiempo a cuestiones de índole privada”.
Cuando le avisaron al aire del enojo del Presidente, Mercado sacó su celular frente a cámara mostrando que tenía una fuente interna de la propia vocería de Presidencia -un excolega de esa señal de cable- que le habría confirmado el intrascendente “dato de color” sobre si sus mastines ya habían llegado o no a Olivos.
Pero el Presidente redobló su furia tuitera en tiempo real: “Aquí la mentirosa de “la periodista” se aferra a su mentira, muestra el celular como si eso fuera prueba de algo y en simultáneo, sabiéndolo o no, pone en riesgo el trabajo del ÚNICO VOCERO PRESIDENCIAL” en referencia al economista Manuel Adorni. Quizás sin darse cuenta el Presidente acababa de devaluar a su vocero al afirmar que estaría por echarlo ante el primer percance.
Más allá de que Adepa -la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas- emitió un comunicado lamentando la reacción del mandatario, el panel de comunicadores profesionales reunidos por la revista Imagen fue lapidario: el 80 por ciento calificó mal o muy mal la reacción del presidente ante un hecho tan intrascendente.
Muchos de los profesionales advirtieron: “Si reacciona así ante una noticia tan menor, qué se puede esperar cuando tenga que enfrentar una crisis de verdad”. Los expertos consideraron su reacción como un potencial riesgo para la propia imagen presidencial.
Poder y periodismo
El propio Presidente debe entender que, si él en todos sus discursos califica a sus mastines de “hijitos de cuatro patas”, su vida privada y familiar se convirtieron en públicas el mismo día en que decidió ser candidato presidencial y ascendieron a la categoría de “cuestión de Estado” no bien asumió como primer mandatario: así funciona el vínculo del poder político y el periodismo en todas las democracias modernas.
El tema de los perros parece menor, pero desde el punto de vista de la economía no lo es tanto: el gobierno acaba de reflotar el acuerdo con el FMI por la enorme deuda de la Argentina con el organismo que había dejado caer la olvidable gestión de Sergio Massa, y desde el Fondo avisaron el jueves que “esperan que las propuestas elevadas por el presidente Milei al Congreso cosechen apoyo político”.
El mensaje es claro: la visión del organismo refleja la cautela de muchos fondos de inversión y empresas privadas, ya que la Argentina defraudó tantas veces al mundo, que ahora esperan a ver si el gobierno de Milei consigue los consensos en el Congreso y la política para llevar adelante sus planes.
Cualquier percepción de los inversores de que el Presidente muestra un exceso innecesario de confrontación ante temas menores podría traducirse en que le puede faltar capacidad para lograr acuerdos y armar equipos para transmitir correctamente a la sociedad el entusiasmo necesario con sus medidas.
Su maltrato a la periodista también puede estar indicando que sus equipos de comunicación no están a la altura del desafío.
Pulgar abajo
Los expertos en comunicación reunidos por la revista Imagen le bajaron el pulgar al equipo de vocería liderado ahora por el periodista Eduardo Serenellini, secretario de Comunicación, y el economista y periodista Adorni como vocero oficial: apenas un tercio de los expertos los ven a la altura de los acontecimientos.
El propio vocero llamó la atención de los periodistas de la Sala de Prensa de Presidencia cuando al día siguiente del percance canino apeló a la lástima de sus excolegas: “Se puso en riesgo mi trabajo”, dijo y reafirmó que solo es válido lo que él como vocero presidencial diga. Se olvidó de que los periodistas que tenía enfrente -por obligación profesional- no deben quedarse solo con las versiones oficiales. En el proceso de búsqueda de verificación, siempre puede haber datos y opiniones encontradas.
Episodios como el malentendido sobre el paradero de los perros del Presidente habrá permanentemente. ¿Será siempre así la reacción de la comunicación oficial? ¿Los principales encargados de diseñar cómo se debe percibir al gobierno argentino en el país y en el mundo están a la altura del desafío?
Otra alarma había sonado cuando el ya famoso y juvenil Iñaki Gutiérrez usó la cuenta de X de la Casa Rosada para exhibir una “selfie” con su novia. El ya legendario Iñaki logró millones de seguidores manejando el Tiktok de Milei candidato. Pero lo traicionó la inexperiencia: la comunicación de un gobierno -y ni hablar de la gravísima crisis que atraviesa la Argentina- requiere de más “seniority” que conseguir muchos seguidores en las redes sociales.
Los profesionales de comunicación son unánimes: el Presidente necesita urgente ordenar su comunicación con un profesional con más formación en comunicación estratégica y experiencia profesional en comunicación institucional, que es un asunto muy distinto al periodismo y la gestión de redes sociales y que pueda ayudarlo a proteger mejor su imagen, e incluso cuidarla de él mismo.
Publicado en TN.
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