Remedio insólito para la hiperinflación venezolana
Rafael Marcano
Es sabido que el
régimen militar comunista de Venezuela ha generado una hiperinflación que
perecía imposible por haber sido Venezuela un muy activo productor y exportador
de petróleo, circunstancia que le daba acceso a importantes ingresos de divisas
que le permitían darse el lujo de incurrir en algunos excesos monetaristas sin
mayores consecuencias negativas desde el punto de vista del ciudadano de a pie.
Se ha dicho que esa
tendencia hiperinflacionaria se debe a ignorancia en materia de Ciencia
Económica por parte de quienes nos regentan pero no es así. Vladimir Ilich
Ulianov –Lenin- dijo: “La mejor manera de destruir el sistema capitalista es
corromper la moneda” y ¿cuál mejor manera de corromperla que someterla a una
“guerra económica” (Maduro dixit) que
le reste entre el 50 y el 80% de su poder adquisitivo real mes tras mes? ¡No
hay mejor manera!
Y después que nos hayan
arruinado, ¿Qué vendrá?
Voy a ser un poco
especulativo. Teniendo ante nosotros una inflación galopante o hiperinflación,
la receta prescribe que la banca central, de manera autónoma, sea muy cuidadoso
con las emisiones de dinero; que el Poder Ejecutivo, controlado por el Poder
Legislativo, se vincule estrechamente al principio del equilibrio
presupuestario como condición sine qua
non para la preservación de los equilibrios macroeconómicos y, como medida
especialmente requerida en casos de procesos hiperinflacionarios, se impone la
sustitución de la moneda , proceso que se conoce como “reconversión monetaria”.
Primeramente, pudiera ser una nueva moneda del mismo país como sucedió en
Brasil con el Cruzeiro, el Nuevo Cruceiro, el Cruzado, etc. etc.; o pudiera ser
con la adopción de una moneda extranjera que en la mayoría de los casos ha sido
el USA $ (ejemplos: Ecuador, Panamá) razón por la cual a esto se le ha llamado
“dolarización” aunque pudiera ser con otra moneda tal como fue en Zimbabue con
el Rand Surafricano.
Pues bien, ¿qué pudiera ocurrir en esta
Venezuela comunista que ya nos alcanza con sus nada invisibles manos (a menos
que suceda un “milagro”)?:
Por un lado, la
Constitución venezolana e 1999 (¿vigente?) establece en su artículo 318: “La
unidad monetaria de la República de Venezuela es el Bolívar. En caso de que se
instituya una moneda común en el marco de la integración latinoamericana y caribeña,
podrá adoptarse la moneda que sea objeto de un tratado que suscriba la
República” (subrayado nuestro).
Por otro lado, es un
hecho más que notorio la comunidad ideológica entre las autoridades cubanas y
venezolanas, a tal punto de que ambas funcionan como un mismo gobierno (Raúl
Castro dixit). De hecho, las
transferencias de recursos desde Venezuela hacia su metrópoli caribeña son difícilmente
cuantificables.
Entonces, a ambas
partes pudiera resultarles tentador “dolarizar” a Venezuela utilizando el Peso
Cubano Convertible, también conocido como “CUC” de suerte tal que,
posiblemente, se le eche un balde de agua fresca al incendio hiperinflacionario
venezolano, pero a su vez, le permitirá al gobierno cubano controlar
políticamente y a su favor la asignación de recursos que, en condiciones
normales, administraríamos con criterio económico de productividad y
eficiencia.
Las integraciones
económicas, tal como las conocemos; basadas en los esquemas de ventajas
absolutas y comparativas; así como en los de las diversas dotaciones de
recursos, son auspiciosos cuando el sustrato es el libre mercado. En esquemas
de economías centralmente planificadas el resultado es estancamiento y sumisión
económica y política de los países periféricos hacia la metrópoli. Así se
constata en la historia del siglo XX.
No nos sorprendamos,
pues, si uno de estos días amanecemos cobrando nuestras risibles pensiones y
salarios con notas bancarias emitidas por el Banco de la República de Cuba.
Sería un despropósito, pero el comunismo, como tal, también lo es.
¡”No basta rezar”!
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