El ¨mundo feliz¨ de Maduro
Hanna Fischer
Analista política uruguaya.


En su obra Un mundo feliz, Aldous Huxley describe una democracia que es simultáneamente, una dictadura perfecta. El autor imagina un sistema de esclavitud ideado de modo tal, que los esclavos estarían felices con su condición.

Para lograr ese objetivo tan inaudito, los ideólogos de esa dictadura utilizarían todas las herramientas técnicas y científicas a su alcance. Los medios de comunicación masivos sería parte importante. Sin embargo, la parte central sería la manipulación del ocio y la diversión. En resumidas cuentas, una actualización del célebre “pan y circo” romanos.

Es muy probable que Nicolás Maduro nunca haya leído la novela de Huxley. Eso no tiene mayor importancia dado que es de conocimiento público, que él es tan sólo una marioneta en el gobierno de Venezuela. Ni siquiera ha logrado mudarse a La Casona, residencia que le corresponde al presidente de la República. Allí siguen viviendo Rosa Virginia y María Gabriela, las hijas del extinto Hugo Chávez.

Asimismo, no es ningún misterio que los directores de la murga venezolana son los hermanos Castro. Son ellos los que a cambio de poder “ordeñar” en su beneficio la vaca petrolera, comparten el conocimiento de tener sometido a todo un pueblo en condiciones vejatorias. Conocimiento acumulado durante más de cinco exitosas décadas de totalitarismo, que en parte fue posible, gracias a engañosas campañas promocionales del “paraíso” cubano.

Al morir Chávez, Maduro pensó que heredaba el poder de su antecesor. Pero, hay cierta cosas que pueden ser otorgadas por mandato y otras que no. Como dice el proverbio latino: “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta”. Es decir, Chávez tenía olfato político, carisma e indudables dotes de comediante; Maduro es tan sólo su caricatura. Y para colmo, los tiempos se dieron de tal modo, que Maduro está “cosechando” los “frutos” de los innumerables desatinos de su antecesor.

La calidad  de vida de los venezolanos ha venido decayendo en forma persistente, desde la aplicación del “socialismo del siglo XXI”. Ese deterioro abarca tanto la esfera de los derechos individuales y las libertades, como las condiciones materiales en que ha de desenvolverse la vida diaria. Pero, en el último año, la decadencia ha adquirido proporciones dantescas. La escasez de artículos de primera necesidad —incluso el papel higiénico— es alarmante. En enero la inflación anual llegó al 56%. El Estado tiene el control total de las divisas, lo que en términos prácticos significa, que tiene el dominio absoluto sobre las existencias de los habitantes. Por ejemplo, tras monopolizar a los medios de comunicación televisivos, ahora les niega a los diarios los dólares necesarios para importar papel. Es decir, el control sobre las divisas es un medio eficaz para coartar la libertad de prensa y con ella, la libre circulación de la información y la expresión del pensamiento.

Además, es uno de los países con mayor tasa de homicidios del mundo: Según el Observatorio Venezolano de Violencia, se producen 79 muertes por cada 100.000 habitantes al año. De acuerdo a los datos de esa ONG, desde que Chávez asumió el poder en 1998, esa tasa se ha cuadruplicado. En consecuencia, se ha vuelto una de las naciones más inseguras del planeta.

A eso hay que agregarle la hiperbólica corrupción, que alcanza niveles nunca vistos en ese país, lo que ya es mucho decir.

Asimismo es bueno recordar, que gran parte de la acumulación del poder, Chávez la obtuvo exhibiendo su aparente preocupación por los pobres. A raíz de ello sus admiradores y adherentes —tanto locales como extranjeros— lo han elevado a la categoría de “santo”. Por ejemplo, el presidente uruguayo José Mujica expresó en una oportunidad: “Que fácil sería terminar con la pobreza en el mundo, pero necesitaríamos unos cuantos como Chávez".

Es difícil creer eso, cuando lo único que Chávez les dio a los pobres fue shows mediáticos. Su condición de vida no ha mejorado, a pesar del precio exorbitante que el petróleo ha tenido durante todo su gobierno. A esa evidencia empírica hay que agregarle, lo que ahora ha quedado de público conocimiento a través de las siguientes palabras de Héctor Rodríguez, ministro de Educación: "No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza pa' llevarla a la clase media pa' que después aspiren ser escuálidos".

Para colmo, sus gobernantes voluntariamente han convertido a Venezuela en una colonia de Cuba. En tiempos normales, esa actitud se denomina “traición a la patria”.

Debido a todas las cosas anteriormente descriptas, los venezolanos han tomado cabal conciencia del estado de postración en que los ha sumido el chavismo. El descontento ciudadano ha venido en aumento. Y, liderados por los estudiantes, desde principios de febrero hay manifestaciones masivas por todo el país en forma recurrente.

Frente a esa situación, Maduro, posiblemente debido a su misticismo, ha decidido imponer la “felicidad” por decreto. Su primer paso en ese sentido lo dio  a comienzos de noviembre de 2013, cuando entre fuegos artificiales exclamó: "Feliz Navidad 2013, Navidad temprana, victoria temprana, felicidad temprana para toda la familia". Y a continuación, comunicó la reciente creación del Viceministerio para la Suprema Felicidad del Pueblo.

Actualmente, probablemente movido por las mismas nobles intenciones, Maduro decretó seis días consecutivos no laborables, que comenzaron el jueves 27 de febrero y culminaron el martes de Carnaval. Tratando de ignorar las multitudinarias manifestaciones de repudio a su gobierno que se estaban produciendo en ese momento, él expresó con ligereza: "Vine a manifestar mi alegría y decretar la victoria de los carnavales y la paz (…) Yo soy presidente para la felicidad del pueblo (...) Cuenten conmigo para ser siempre felices".

Se nota que Maduro entendió bien la parte de la ecuación que señala, que para mantener tranquilo al pueblo ante los desmanes de los gobernantes, hay que darles “circo”. Pero parece que no tomó debida nota, de que sin “pan”, no hay “circo” que sostenga a un gobierno considerado dictatorial, corrupto, ineficiente y para colmo, lacayo de los cubanos.
 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]