La disyuntiva que los argentinos deben resolver
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Horacio Rodriguez Larreta presentará a Gerardo Morales (lo hará seguramente dentro de un par de horas a partir de que esto se escribe) como su compañero de fórmula para las PASO.
Recordemos que según el sistema argentino, cumplidas las primarias ya no se pueden hacer más cruces de candidatos: las fórmulas que participaron en las PASO deben quedar como tales para participar de las elecciones generales.
En la Argentina en las primarias participan fórmulas no solo los candidatos a presidente. En Estados Unidos, en cambio, las primarias deciden al candidato a la presidencia de cada partido. Luego estos eligen a su compañero de fórmula y la Convención del partido la aprueba para presentarse a las elecciones generales.
¿Qué le aporta Morales a Larreta? Antes que nada la estructura de la UCR en el interior. También un modo de gobernar, que quizás sea el punto más interesante para analizar.
Morales es el mejor ejemplo de un cambio en las modalidades de gobierno que imperaban en Jujuy cuando la déspota de Milagro Sala gobernaba (con el aval de Cristina Kirchner) de hecho la provincia, pero no un cambio hacia un modelo, digamos, “liberal” de gobierno, en donde las decisiones de vida individuales vuelven a estar dentro de la soberanía personal de los ciudadanos y donde el Estado se sale del centro de la vida pública.
En la Jujuy de Morales, el Estado sigue siendo el centro de la vida pública. De otro modo, pero sigue estando en el centro de la vida pública. Allí sigue siendo el estímulo del Estado el que determina la vida de los ciudadanos. Ha habido, sí, un avance en ciertas iniciativas que activan el protagonismo individual, pero eso está muy lejos de ser lo que uno ve en los países desarrollados.
Eso que los americanos llaman “drive” y que significa esa iniciativa que parte de las propias personas para modificar -independientemente de lo que haga el Estado- su condición social no aparece ni de cerca aun en el esquema social que Morales tiene en mente para la sociedad jujeña.
Ese sistema, hay que decirlo, tiende a producir más  progreso personal que los sistemas estado-céntricos pero también exige la asunción de responsabilidades propias mucho mayores. En este sistema, las personas pueden progresar mucho más cuando aciertan con sus propias decisiones, pero pueden pagar un alto precio en términos personales si toman decisiones equivocadas. Y en ese caso, las consecuencias del error deben ser absorbidas por quien tomó las decisiones equivocadas.
Es cierto, que el sistema es tan afluente, elástico y abundante que, no solo es mucho más frecuente el caso de gente que avanza y progresa que los que se quedan y sufren (no hay más que ver el estándar de vida de los países desarrollados que, mayormente, aplican las modalidades de este sistema) pero la posibilidad de que haya gente que se equivoque y pague con su propio nivel de vida, existe.
Esa es la gran disyuntiva que los argentinos deben resolver: si aceptan vivir bajo un sistema que les permita llegar llegar hasta el cielo (dependiendo de su propio esfuerzo, de su propio compromiso y de sus propias ganas) aunque el sistema no les dé      ninguna garantía de que lo logren y aun con el riesgo de “pasarla mal” si se equivocan; o si, por el contrario, se resignan a otro sistema en donde “llegar hasta el cielo” no solo no depende de ellos sino que es muy probable que nunca lo logren, pero que “les dice” que ellos están “llenos de derechos” y que alguien (el Estado a través de su poder confiscatorio a la propiedad de otros) se ocupará de proveer a sus necesidades cualesquiera sean ella.  
Puse entre comillas las palabras “les dice” porque, efectivamente, luego, en la práctica, aquello que “detrás de cada necesidad hay un derecho” (una de las mentiras demagógicas más grandes que ha inventado la humanidad y que aquí se encargó de propagar Eva Perón) se comprueba que es un formidable verso para engañar idiotas y que la gente vive peor.
Sin embargo, aun así, con todas esas evidencias, una mayoría importante de gente sigue prefiriendo esa “seguridad” antes de tener la suerte de su vida en sus manos.
Detrás de todas estas teorías hay políticos que han intelectualizado el marketing electoral y (algunos de buena fe) le han vendido a la ciudadanía la idea de que es efectivamente posible construir un sistema de seguridad social de gran magnitud a través del cual el Estado podrá proveer un estándar de vida razonable literalmente para todos.
Otros no tardaron en darse cuenta que, detrás de la estructura estatal que había que armar para instrumentar ese sistema, había una enorme posibilidad de volverse rico robando recursos privados mediante gigantescos mecanismos de corrupción.
Obviamente en este último caso se encuadra claramente el peronismo y, a niveles de paroxismo, el kirchnerismo.
En el otro caso, (en el de los que creen de buena fe que desde el Estado se puede proveer un estándar de vida razonable para todos) se encuentran las decenas de partidos “social-democratas” que creen que es posible “mezclar” técnicas de ambos sistemas -la adrenalina liberal individual y la “sensibilidad social” del socialismo- para obtener, como resultado, lo mejor de los dos mundos.
La prueba empírica mundial demuestra que esa alquimia no funciona y que lo que termina dominando “la mezcla” son los ingredientes intervencionistas del Estado que aniquilan la adrenalina liberal individual y, con ello, el progreso merma y el nivel de vida general cae.
Morales –lo mismo que gran parte de la UCR- cree en que esa alquimia es aún posible: tratan de no caer en las groserías peronistas (especialmente en el tema corrupción) pero siguen apostando a que desde los escritorios públicos se diseñe la vida de los ciudadanos privados.
Por lo que se ha dicho, está claro que en JxC, Patricia Bullrich está más decidida a hacer un cambio más profundo en el sentido de terminar con el engaño de la alquimia “lo mejor de los dos mundos”.
Larreta y Morales (también por lo que ellos mismos han dicho) aún creen que es posible salvar parte de lo bueno de aquel sistema “sensible” y, al mismo tiempo, activar los motores del progreso.
Como dijimos: la prueba empírica mundial demuestra que esa mezcla no funciona. Pero de última serán los argentinos los que deban resolver la disyuntiva entre ser dueños de sus vidas (con sus sueños y sus peligros) o entregar esas decisiones a otros que les dirán que podrán progresar pero que si se equivocan, alguien estará allí para salvarlos.

Publicado en The Post.

 

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