Los socios de la casta
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
El sistema que originó la instalación de lo que el presidente Milei llama “casta”, no tuvo, como en las castas del pasado, un embrión grosero basado en diferencias de sangre y nobleza.
Si bien, cuando se perfeccionó, tuvo escenarios y consecuencias muy parecidas a aquellas impertinencias del pasado, su comienzo y la lógica de su gestación fueron muy diferentes.
Es en esa diferencia en donde hay que encontrar las dificultades que encuentra el plan del presidente para acabar con los privilegios de esa elite de acomodados.
Las castas del pasado medieval se basaban en una obscena, pública y abierta diferenciación social. Ningún integrante de esas castas negaba serlo y, al contrario, tomaba ese organigrama social como lo más natural del mundo: ellos eran superiores porque su poder y sus riquezas bajan directamente del Cielo; los demás eran inferiores y pobres porque esa era su condición natural, la que les había tocado en la vida.
Ningún “castero” de la Edad Media se consideraba un mal parido ni que estuviera haciendo nada que no se correspondiese con el orden natural de las cosas: ellos vivían en palacios mientras la gente comía mierda porque ese ERA el “orden natural de las cosas”.
La casta a la que se refiere el presidente Milei también vive en condiciones completamente inequivalentes a las de ciudadano común. Hoy los palacios fueron reemplazados por mansiones millonarias, autos y placeres de lujo y cuentas off shore, pero la lógica de desigualdad no es muy diferente a la de la Edad Media.
Lo que sí es diferente es la asociación maquiavélica que hay hoy entre la casta y los perjudicados por la casta, lo cual era un concepto completamente ausente en la Edad Media.
Allí, la casta y los perjudicados por la casta, no eran “socios”, eran enemigos. Fue la revolución democrática y la evolución del Derecho lo que acabó aquel sistema congénitamente inaceptable.
Cuando los perjudicados por la casta se alzaron contra ella, se conformó un frente sin fisuras porque entre los perjudicados por la casta no había dudas de que la existencia de la casta los perjudicaba a todos por ser esencialmente inmoral e injusta.
Ese frente sólido, robusto e impenetrable entre los perjudicados por la casta es lo que no existe hoy y es lo que configura la principal diferencia ontológica entre las castas de la Edad Media y la “casta” argentina actual.
¿A qué se debe esa diferencia? La primera respuesta es obvia y la da la Constitución: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas” (artículo 16).
Es en la segunda respuesta en donde hay que buscar las razones por las que el Presidente encuentra tantos escollos para derribar algo que, en principio a todo el mundo le da asco.
Los yates de Insaurralde, las hectáreas de los Baez, las joyas, fortunas y hoteles de Cristina, los medanos de Boudou, las bóvedas de Néstor, las mansiones de Moyano, las colecciones de autos del Pata Medina, y los millones de dólares en las cajas de seguridad de Florencia (para dar unos poquísimos ejemplos emblemáticos de las groserías mas flamantes) indignan a todos. Pero cuando se pretende desmantelar el sistema que las hizo posibles, quien lo intenta, encuentra resistencias -no solo de “la casta” (esperables y obvias)- sino de aquellos a los que esa casta humilla con la ostentación de su robo y la impudicia de su vida.
Una vez más: es en la segunda respuesta a la pregunta que nos planteábamos más arriba dónde hay que buscar la solución del misterio.
Como ya dijimos brevemente las castas de la Edad Media NO ERAN socias de sus perjudicados. Las castas de la Argentina moderna, sí lo son.
-Perdón, un momento… ¿cómo que los perjudicados por la casta en la Argentina son sus socios? ¿Qué estas diciendo?
-Estoy diciendo eso: que los perjudicados por la casta en la Argentina son los socios de esa casta.
-¿Pero cómo las víctimas del crimen van a ser socias del “asesino”?
-Por que durante muchísimas décadas la casta construyó, a propósito, esa “sociedad”para que su propia supervivencia y desigualdad estuviera supeditada a la suerte de sus perjudicados.
-¿Pero, cómo es eso?
-La respuesta es simple y complicada a la vez. Es simple de explicar en la teoría pero muy complicada para hacer ver cómo funciona en la practica y cómo los perjuicios INDIVIDUALES de que el sistema continue superan con creces a los beneficios que se obtendrían si desaparece.
Durante las décadas de construcción del sistema social que hoy impera en el país, “la casta” generó un orden jurídico por el cual vinculó su propio beneficio con el “beneficio” que les fue dando a diferentes sectores sociales. Como sabemos, por su propio proceso genético-embrionario el peronismo concibe a la sociedad, no como un conjunto de individuos libres y diferentes sino como un mecano compuesto por diferentes “ramas de actividad”. Lo que ellos llaman “comunidad organizada”.
Según esa concepción, es como si el ser humano se desdoblara en dos planos de entidad diferentes: una es la entidad que tiene como individuo y otra es la entidad que tiene en tanto integrante de una determinada “rama de actividad”.
El peronismo, si bien planteó esto como una concepción filosófica general de la vida (derivada de las “fasces” italianas que aparecen unidas por una cuerda [el “Duce”, que arbitra y une] que las torna inseparables pero que al mismo tiempo, si no fuera por la cuerda [por el “Duce”], conformarían entidades diferentes y estarían separadas) llevó esta idea al paroxismo en el área del trabajo.
Para el peronismo no hay “trabajadores” sino “plomeros”, “carpinteros”, “periodistas”, “medicos”, “metalúrgicos”, “albañiles”, “fotógrafos”, “artistas” (y así podría seguir hasta la eternidad mencionando actividades hasta que me canse).
Bajo esa concepción, fue generando ordenamientos jurídicos ad hoc que otorgaban “derechos”, “beneficios” o “prerrogativas” a las diferentes “ramas de actividad”.
Detrás de cada estatuto jurídico ad hoc que -teóricamente- beneficiaba a los individuos que integraban los diferentes grupos (o “fasces”) se creaba también una agencia o dependencia estatal o paraestatal (típicamente los sindicatos) que regulaba el funcionamiento de esa actividad.
Esas agencias estatales o paraestatales son fondeadas con dineros que se les extraen a todos los ciudadanos a través de los diferentes esquemas tributarios. De esa enorme masa de dinero una parte es directamente robada por “la casta” que se sienta en los sillones del Estado (o del “paraestado”) a través de diferentes esquemas de corrupción publica que la gente ya conoce de memoria.
Otra parte es efectivamente “repartida” entre los “beneficiarios” de los distintos órdenes jurídicos ad hoc a los que cada uno pertenece.
Los que reciben (o creen recibir) esos “beneficios” los perciben de modo “directo” en sus bolsillos. El pequeño truco del sistema consiste en que, como bajo esta concepción, el ser humano aparece desdoblado en dos entidades (como explicamos mas arriba) el “beneficio” que recibe en su calidad de “integrante de la rama de actividad beneficiada” aparece largamente contrarrestado por los costos que, como individuo, le debe pagar a otros individuos como él pero que integran ramas de actividad distintas.
Cuando alguien como el presidente Milei describe el sistema de “casta” que la política construyó en la Argentina, recoge la aquiescencia y el apoyo de muchos porque, después de muchas décadas de funcionamiento, la evidencia de que el sistema le propina al individuo muchos mas perjuicios que beneficios, es harto evidente.
Pero cuando de la “descripción” del problema se pasa a la “acción” y se pretende cortar la masa de gasto de la cual la “casta” roba, se corrompe y vive como los reyes de la Edad Media, quien intenta la empresa se encuentra que detrás del gasto que quiere cortar aparece un “beneficiado” que en su calidad de integrante de la “rama de actividad” que recibía el “soborno” pasará a no percibirlo en su bolsillo.
En ese momento esa persona no piensa que lo que a él le parece percibir como un beneficio está contrarrestado por los enormes costos que debe pagar como ciudadano individual a otros ciudadanos que integran “ramas de actividad” distintas a las de él, por lo que, en realidad, su aparente “beneficio” es un salvavidas de plomo que toma las formas de la inflación, de la inexistencia de oportunidades, de la bajísima producción económica, del ostensible atraso en términos de confort, de modernidad, y de tecnología que el país muestra cuando se lo compara con lo que ocurre en otros lugares del mundo. En ese momento el tipo esta ciego. Solo piensa en lo que cree “perder”: se trata del socio perfecto de “la casta”.
Entonces se enoja. Se percibe como estafado. Pensaba que “la casta” era un conjunto de hijos de puta independientes de él; no está dispuesto a admitir que, para terminar con “la casta”, haya que terminar con el sistema de “fasces” compartimentadas e ir aquí un esquema de leyes generales aplicables a los ciudadanos en su calidad de tales y que no tengan ninguna relación con la actividad o el rol que esos ciudadanos desempeñen.
Eso derribará las agencias estatales y paraestatales que son el embrión genético de las castas del mundo moderno a diferencia de lo era el origen de las castas medievales.
El dicho se ha repetido mucho, pero no estamos frente a otra cosa que no sea el famoso “con la mía no te metas”. O sea, “yo se que hay “casta” y te banco en que hay que terminarla… Pero la quintita mía me la dejas como está”.
¿Cómo hacer para explicar que esa “quintita” es demasiado cara, no solo para la sociedad, sino para hasta el propio dueño de la “quinta” que, si viviera en otro esquema social, accedería a los beneficios de un país afluente, holgado, moderno, abierto, competitivo, vivaz…?
-Pero es que yo la “quintita” la tengo y el país que vos describís no sé si lo voy a tener…
-Y bueno, querido, esa es otra de las armas con las que “la casta” te tiene agarrado de las pelotas y con la cual te corre para que no se corten sus privilegios que hacen que vos nunca vayas a vivir como ellos…
-¡Pero es que mientras a mi me den mi “quintita”, no me importa si Fulano se enriquece robando…! Yo lo que no quiero es pagar las “quintitas” de otros, ni que mi vecino se haga millonario trabajando como trabajo yo: si los dos trabajamos y los dos somos iguales, él no tiene que tener más que yo…
-¡Pero entonces vos no estas contra “la casta”: vos lo que queres es tener prerrogativas vos, no pagar las prerrogativas de los demás y asegurarte de que haya un capitoste que, en cuanto tu vecino progrese mas que vos, le corte la cabeza…! A vos te enojó la obscenidad de los últimos tiempos de “la casta”, pero, en realidad, no queres cambiar el sistema: vos seguís queriendo que haya “ramas de actividad” y un “Duce” que las ordene…
La persistencia de este sistema por décadas construyó una malla enmarañada y extendida de “beneficiarios” y “mecenas”, de “extorsionadores” y “extorsionados” que el kirchnerismo de los últimos 20 años se encargo de llevar a niveles infinitos y, al mismo tiempo, provocar unas náuseas generalizadas en vastos sectores sociales que Milei se encargó de explicar con elaboraciones didácticas y con simplificaciones efectivas como el golpe de efecto de “la casta”. Pero la trama está tan extendida y abarca a tantos sectores sociales, que la empresa de cambiar el sistema de raíz es harto difícil.
Este es el intríngulis que enfrenta el Presidente Milei: al arremeter contra la casta (lo cual le significa contar con el apoyo indeterminado de ciudadanos “de a uno”) se encuentra con la oposición de las “ramas de actividad” que no quieren perder lo que ellos creen son sus beneficios y no advierten que son -todos sumados- el lastre que ha postrado, no solo al país, sino también a ellos.
¿Podrá finalmente el presidente explicar esta complicación y superarla? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que mientras no sea comprendida por los argentinos de a pie es más posible que el proyecto libertario encuentre mas obstáculos que fluidez y que la oportunidad que se abrió el 19 de noviembre de 2023 se pierda detrás de una de las sociedades mas funestas y maquiavélicas que haya conocido la historia humana.
Publicado en The Post.
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