Sergio Massa intenta una epopeya comunicacional en plena campaña: “resignificar” una devaluación
Diego Dillenberger
Director de la revista Imagen y conductor de La Hora de Maquiavelo.


Las campañas electorales suelen ser un duelo apasionante entre dos opciones: cambio o continuidad. Para ganar, hay que aplicar un cuidadoso “mix” de ciencia y arte: saber interpretar las encuestas científicamente, pero a la vez conectar con el electorado con propuestas y mensajes que logren cambiar esa opinión pública, cuando seguirla ya no es “negocio”.
Pero la campaña de Sergio Massa y su “gurú” catalán Antoni Gutiérrez Rubí parece un ejercicio sorprendente que mezcla magia, ilusionismo y brujería y que puede terminar en los manuales de marketing político como una de las más bizarras de los últimos tiempos.
Una encuesta del consultor y psicólogo Federico González, de FGA, muestra que los sentimientos que predominan en el electorado hoy son:
  • hartazgo (68 por ciento)
  • enojo (63 por ciento)
  • impotencia (60 por ciento)
  • decepción (59 por ciento)
  • tristeza (43 por ciento).
El ranking que permitía opciones múltiples a los encuestados cierra con “angustia” y “pesimismo”.

Cambio vs. continuidad

¿Cómo venderle al electorado “cambio”, cuando se está virtualmente al frente del gobierno, y la “continuidad” luce realmente espantosa? Massa tiene una respuesta: hay que patear todo para después del 13 de agosto. Ese día se celebran las PASO, y el ministro y candidato se ilusiona con los titulares del lunes siguiente: fue “el candidato más votado”.
Sergio Massa intenta una epopeya comunicacional en plena campaña: “resignificar” una devaluación
Sería un “relato” bastante inútil, porque Massa no juega nada en las primarias, salvo que alguien crea que podría llegar a perder con el piquetero Juan Grabois, su retador en la primaria de Unión por la Patria. Ese titular de diarios no sería otra cosa que crear una ilusión de que Massa es popular.
En paralelo, el duelo agonal entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta podría dar el espacio político más votado, según la gran mayoría de las encuestas, aunque cada uno por su lado obtendría menos votos que Massa: todo depende de cómo se “resignifique” el resultado de las primarias, que no son otra cosa que una competencia interna de los partidos políticos.
El libertario Javier Milei había alcanzado a fines de mayo una intención de voto tan alta, que lo ubicaba cerca de esa “elección de tercios” que tanto temía la vicepresidenta Cristina Kirchner porque corría el riesgo de terminar viendo un balotaje “por TV” entre el economista despeinado y uno de los líderes de Juntos por el Cambio. Ese escenario podría significar el final de dos “ismos” al mismo tiempo: el kirchnerismo y el massismo. Para alivio de Massa, el libertario está oscilando bastante en los sondeos y parece estar encontrando su techo.

La ilusión de una candidatura “ganadora”

Por eso Massa apuesta a mantener la ilusión de que su candidatura es “ganadora” hasta el 13 de agosto. Después llegará el momento de salir a buscar otro conejo de la galera. Mientras tanto, el Banco Central decidió no publicar en fecha el REM (Relevamiento de Expectativas de Mercado) y “patearlo” para el lunes posterior a las PASO: se trata de una tradicional estimación mensual de los principales economistas de bancos y fondos argentinos del nivel de inflación interanual. Si hay miseria, que no se note: el REM podía estar por encima del 120 por ciento.
Pero tampoco se debía notar que el gobierno no tuvo más remedio que convalidar una nueva devaluación para conseguir la clemencia del FMI y que gire a tiempo los fondos para cumplir con los requisitos del Fondo para perdonar vencimientos de deuda de los próximos días sin entrar en default. En el Banco Central, ya no quedan reservas.
La magia -o brujería- consistía en disfrazar esa devaluación con impuestos a casi todos los productos importados: el efecto es prácticamente el mismo y va a impulsar la inflación como cualquier devaluación. Pero, así vestida: de impuesto a las maliciosas empresas, a alguno le puede sonar a medida “nacional y popular”.
El “sumum” de la estrategia de comunicación es lograr “resignificar” los términos y dominar las palabras: devaluar es mala palabra para el peronismo. Devaluar -lo que se dice devaluar- devaluaron Fernando De la Rúa, en 2001, o Mauricio Macri, en 2018 y 2019.

La realidad es muy distinta

Macri “llevó” el dólar de 14 pesos en diciembre de 2015 a 60, cuando le pasó el gobierno a Alberto Fernández cuatro años más tarde: un aumento del precio del dólar de 328 por ciento. Al gobierno de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa se le fue el dólar oficial de 60 a 288: subió 380 por ciento y todavía le faltan meses de mandato.
Con el precio del dólar “blue”, mejor ni hacer cuentas, porque el número llega a las estrellas: 823 por ciento de devaluación contra el dólar que dejó Mauricio Macri.
Ante este escenario, ser candidato y a la vez ministro de Economía es un desafío increíble. Si Massa hubiese asumido la “misión imposible” del ministerio hace 15 días, podría venderlo como un “sacrificio por la patria”.
Pero asumió el cargo hace un año y tomó la decisión de no aplicar ninguna clase de programa de reformas estructurales que sería imprescindible para cambiar la tendencia de la economía argentina. Por el contrario, apostó a poner más parches sobre los malos parches que ya no aguantaban más de sus antecesores Martín Guzmán y Silvina Batakis.
Sergio Massa es una continuidad que intenta vender un futuro mejor, cuando el presente que tiene para ofrecer es tétrico: se vienen encima las elecciones y los errores del pasado no quieren esperar con su factura. Massa fue la última oportunidad de enderezar los desbarajustes que venían de 12 años de gobiernos kirchneristas que fueron rompiendo la economía en pedazos, y que Mauricio Macri no pudo arreglar.

Una factura por la fiesta populista

Para colmo, el avance del juicio en Nueva York contra el estado argentino por la alegre estatización de las acciones de YPF en manos de Repsol de 2012 le cae justo a Massa en la campaña. Aunque el ministro tenga cierto “beneficio de inventario”, porque militaba justo en ese momento en el “antikirchnerismo”, hoy está atado de pies y manos para culpar por esa factura a su jefa, Cristina Kirchner.
Se estima que la sentencia contra el país rondará entre 5.000 y 15.000 millones de dólares y caería en medio de la campaña.
Es una “cuenta” de altísimo valor simbólico que llegaría antes de las elecciones generales del 22 de octubre. Una nueva factura por la fiesta populista del gobierno de Cristina Kirchner: los argentinos fueron pagando “en incómodas cuotas” con la inflación y el aumento imparable de la pobreza. Pero con el juicio por YPF llega la cuenta del humo y las burbujas con mucha fuerza simbólica.
¿Lo sabrá aprovechar la oposición? ¿Massa se animará a desempolvar el gastado discurso antifondos buitre que caracterizó a Néstor Kirchner? ¿Tendrá algo para decir al respecto el gobernador bonaerense y candidato a la reelección Axel Kicillof, que lideró la costosa fiesta de la estatización de YPF como ministro de Economía?
La campaña electoral argentina 2023 se vuelve apasionante para los estudiosos de la comunicación política.
Por eso el esfuerzo del gobierno kirchnerista está centrado en hacer todo lo posible por cambiar la percepción de esa realidad que deprime a los argentinos, según la encuesta de FGA.
El presidente Alberto Fernández está decidido a ayudar a Massa en esa difícil tarea y saca de la galera las justificaciones habituales para el fracaso de su mandato y las tribulaciones de su ministro: les tocó la pandemia, y después la sequía, como volvió a decir el jueves en el cierre de un Congreso Federal Agropecuario.
La pandemia fue igual para todo el planeta, y la sequía afectó a todos los países del Cono Sur por igual, pero sólo en la Argentina sigue subiendo la inflación. Todos los países vecinos ya están otra vez debajo del 6 por ciento anual, como casi todo el mundo.
Pero el presidente Fernández planteó en esa reunión en la Casa Rosada que “ahora solo falta que lleguen los marcianos”.
Una a favor: el jueves el director de la NASA, Bill Nelson, visitó a Alberto Fernández en la Casa Rosada y prometió para dentro de un mes “novedades” sobre la vida extraterrestre. ¿Habrá notado el estadounidense que la campaña electoral del oficialismo argentino parece algo de otro planeta?

Publicado en TN.





 

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