La cabeza de Boudou
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
El libreto del populismo
es tan barato, tan grotesco, tal elemental, tan obvio, que a veces no se puede
creer cómo pueden ser seguidos sus slogans, sus repeticiones viejas, sus
libretos ya ultraconocidos, sus frases antiguas, que uno adivina aún antes
de que las pronuncien.
Hace unos días en ocasión
de comenzar el juicio oral al ex vicepresidente Amado Boudou -por el caso en el
que intentó robarle el 50% de un auto a su ex esposa- el impresentable ex
vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, tuvo, en ese
sentido, una aparición estelar, apoteótica, que podría usarse como una especie
de ejemplo de manual de estos mentirosos que se presentan ante el pueblo como
sus salvadores, como aquellos gracias a quienes un conjunto de inservibles
pueden vivir, y se escudan en esos embustes para robar, para esquilmar a los
pobres y para cometer toda clase de tropelías con tal de mantener un poder
omnímodo, que silencia las voces de los que los desenmascaran y que echa a la
miseria y al hambre a millones de inocentes cuyo dinero roban sin que se les
mueva un pelo.
Mariotto enfrentó a la
prensa en la antesala del juzgado, diciendo que los “los protagonistas de
procesos nacionales y populares tienen que enfrentar la resistencia de los
poderosos que siempre quieren la cabeza de sus enemigos en una pica como si
fuera la cabeza del Chacho Peñaloza en la pica de los salvajes unitarios”
¿Este hombre habla en serio o nos está jodiendo a todos? ¡Boudou
se quiso afanar un auto! ¡Ladrón de cuarta! Peor aún, una rata, que quiso estafar
a su mujer con el 50% de un bien ganancial en una controversia por divorcio.
¿De qué “poderosos” habla?, ¿a qué reivindicación nacional y popular se
refiere?, ¿con qué “pica de los salvajes unitarios” nos quiere engañar?
Boudou es un vulgar estafador, alguien que quiso birlarle con
papeles truchos parte del patrimonio común a su ex mujer. No es ningún luchador
popular; es un mentiroso, un niño bien de Mar del Plata a quien le gustan los
placeres de los ricos (las motos, bucear, viajar al Caribe, las mujeres
caras) que no tiene la menor idea de la pobreza, que no le importan los pobres
y cuya única finalidad es la de quedarse con lo que es de otros.
Lo ha hecho en todos los planos de su vida. Como funcionario,
queriendo quedarse –ya no con la plata de los demás- sino directamente con la
fábrica de hacer billetes, con la plata de los pobres formoseños a quienes, en
complicidad con el gobernador, les robó casi 8 millones de pesos que aquellos
no tienen ni para comer; y como ciudadano intentó también robarle a su propia
esposa.
Frente a esto el caradura
de Mariotto se planta en público, sin que le mueva un pelo y, con una cara de
piedra a prueba de balas, elabora toda una teoría que pretende trasmitir la
idea de que Boudou es un luchador social que ha sido llevado a los estrados de
la Justicia por cometer el delito de defender a los pobres contra los
poderosos. ¡Es increíble!
Que un país se haya dado
el lujo de tener en su provincia más grande e importante a un vicegobernador
como Mariotto, sencillamente no puede entenderse. Y menos aún, claro está, que
la Argentina haya encumbrado a la vicepresidencia a un vulgar ladrón como
Boudou.
Pero claramente, hay algo
aún más grave que esas dos cosas juntas (aun cuando probablemente las dos sean
justamente consecuencia de ésta): que el pueblo argentino se crea estas
mentiras y les dé espacio a personajes como éstos.
Hay que estar muy lleno de
resentimiento para comerse estos versos y no darse cuenta de que estos vulgares
estafadores viven precisamente de explotar su odio.
No sé de dónde viene esa
rabia de unos argentinos contra otros; de aquellos a los que les va peor por
aquellos a los que les va mejor. No sé si los primeros alguna vez hicieron un
examen de conciencia para ver si alguna de sus conductas tiene alguna relación
con lo que les pasa. O si, al contrario, les ha resultado más cómodo creer que
sus penurias son la contracara del goce de otros, o que a ellos les va mal
porque a otros les va bien.
Pero lo cierto es que ese caldo de cultivo es el que ha hecho
posible que personajes como Mariotto y Boudou (y obviamente los Kirchner) no
solo llegaran al poder sino que se volverían multimillonarios. En ese
resentimiento de baja estofa se guarecen los ladrones del Estado. Y mientras
los argentinos no se limpien de esa furia, estos personajes continuarán
usufructuando la mentira odiosa para llenarse de oro.
Que Mariotto haga una metáfora con la cabeza de Boudou -defensor
de los pobres- entregada en una pica al banquete de los ricos -en el marco de
una causa en donde el ex vicepresidente está procesado por robarse un auto- es
una ofensa para los que viven en la miseria, entre otras cosas, gracias a gente
como Mariotto, Boudou y los Kirchner.
Sé que es difícil echarse culpas encima.
Pero mientras media Argentina no acepte que sus proyectos individuales de vida
fracasaron por atender el mensaje de esta gente, el país no cambiará. Si ese
resentimiento que proviene de la frustración, de la envidia y de la rabia no da
paso a la aceptación de la responsabilidad propia y a un cambio de actitud que
se rebele contra la servidumbre, no solo esa media Argentina seguirá en la
miseria sino que más impresentables como los Kirchner, Boudou y Mariotto
seguirán apareciendo, listos para llenarse de oro a base de su propia explotación.
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